
El amor que nos une como hermanos tiene su fundamento en Cristo. Él es amor (lo expresó en la cruz del Calvario y nos lo expresa cada día), y a través de Su Espíritu, nos da de Él para poder vivir la vida cristiana. Eso es demasiado. Aunque intentemos describirlo con Palabras, al final, con esta mente humana no podremos llegar a comprender la magnitud de Su amor. Dios también es Santo, y nos ha llamado a ser santos, apartados para Él. Pablo introduce esa carta llamándoles a los Colosenses: “Santos” (v.2). Este título, que solo nos puede proveer Jesucristo, nos identifica y nos une. No importa de qué nación seamos, Dios nos ha unido como un pueblo, y nos inquieta a ocuparnos de cuidar nuestra fe.
Miremos el mensaje de Pablo a los Efesios en el capítulo 1:1-6: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”
Es notoria la importancia del cuerpo de Cristo. Es como una hoguera en tiempos de invierno, y si a eso le sumamos que los tiempos actuales son inviernos difíciles, donde hay muchísimas corrientes que intentan confundir a los siervos de Dios y a aquellos que no lo conocen para que no gusten del verdadero Evangelio, entonces necesitamos cada día más, mantenernos unidos. La Iglesia del Señor fue diseñada con el propósito de que crezcamos juntos y podamos llevar el Evangelio de Cristo al mundo y cuidar de la sana doctrina. Si como cuerpo no estamos saludables, entonces, ¿cómo podremos predicar y hacer discípulos?
G. Hendriksen dijo: “Es maravilloso el hecho de que una epístola tan importante como lo es Colosenses fuese enviada a una Iglesia localizada en una ciudad que en los días de Pablo ya era insignificante, una iglesia que probablemente era pequeña en membrecía. Aquello que puede parecer pequeño ante los ojos de los hombres con frecuencia es grande ante los ojos de Dios.”
Quiere decir que para Dios, un solo miembro de Su cuerpo es importante, lo vemos en la parábola de la oveja perdida, en Lucas 15:1-7. Si un miembro del cuerpo está en peligro, todos nos preocupamos. Por eso Pablo también siente el dar gracias a Dios por sus hermanos, a pesar de que no los conoce. Pablo no necesitaba conocerlos, solo con saber que ellos eran santos, fue movido a ocuparse de cuidar de la integridad de la fe de ellos. Recordemos que Pablo tenía el llamado de predicar a los gentiles.
El amor y ocupación de Pablo por este grupo de hermanos solamente pudo haber nacido de la esperanza a causa del Evangelio, el cual también había llegado a los Colosenses, probablemente por el mismo Epafras, quien se considera el fundador de la Iglesia en Colosas. La fe de estos hermanos los había hecho capaces de amar a todos los santos. Santiago nos recuerda en su carta que la fe sin obras es muerta (v. 2:17). Fíjense en el verso 6 de este primer capítulo de Colosenses: Las obras de estos hermanos no les habían dado la salvación, sino la gracia de Dios. Pablo es muy claro al resaltar esto.
La gratitud que Pablo expresa es por lo que él ha escuchado. Otro milagro sobrenatural estaba ocurriendo por la predicación del Evangelio. Solamente Dios, a través del conocimiento de Su Palabra y del Espíritu Santo, puede producir en nosotros semejantes virtudes. Dice la misma Palabra en 1 Corintios 13:13: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
Una marca en todo aquel que ha conocido a Cristo es el amor. Dios se encargó de dejar esto muy claro en 1 Juan 4:8: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.”
Un hermano en la fe es un valioso tesoro. Estamos llamados a dar gracias a Dios por todo, y nuestros hermanos en Cristo no deben quedar fuera de la lista. Esa misma gratitud y amor, que solo Dios puede dar, nos moverá a orar y a velar por el cuerpo de Cristo.
En el próximo pasaje puedes ver como Pablo insiste en recordar que él no cesa de orar por los Colosenses. Eso solo lo puede hacer Dios: Unir a un pueblo en un mismo sentir.
¡Dios te bendiga!