
Primera parte
Sea que estés casada, en una relación de noviazgo o soltera, este artículo es para ti. Muchos son los consejos que escuchamos desde nuestra juventud con respecto al matrimonio, la vida de pareja y los roles que cada uno tiene en la relación. Esto pudiera ocasionar en nosotras dudas, inquietudes e incluso rebeldía de nuestra parte al querer tratar de “entender” el porqué de nuestro rol como esposa. Pero, más allá de lo que nos guste o no, lo importante aquí es, si de verdad quieres vivir como para el Señor; valorar y priorizar lo que nuestro buen Dios ha diseñado para nosotras. Por medio de Su palabra es que podemos identificar si cumplimos con Su voluntad y es en Cristo donde debemos depositar todas las dudas y cargas que puedan perturbar nuestros corazones para vivir una vida plenamente para la Gloria de Su nombre.
Si alguna vez has tenido pensamientos sobre tener un matrimonio “moderno” viviendo tus propias experiencias, créeme cuando te digo que seguir los estándares de este mundo que rechaza y ridiculiza el concepto de familia como fue diseñado por Dios, no tiene nada de especial, es vacío y no da frutos permanentes o verdaderos. La manera como Dios pensó, diseñó y planeó el matrimonio desde el principio, fue para revelar y personificar la relación de Cristo con Su iglesia: pura, intima, santa.
Hay que reconocer que hoy día, muchas de las ideologías que difunden ciertos movimientos como el feminismo, por ejemplo, se han ido filtrando en la iglesia y esto es muy lamentable. La Palabra nos enseña los estándares de Dios que son aplicables en el matrimonio y que superan época, cultura, modelos sociales, etc. Dicho esto, veamos juntas algunos elementos que considero fundamentales y a los cuales debemos prestar especial atención antes de casarnos o dentro de nuestro matrimonio para proclamar la verdad inmutable, de manera que testificaremos de Él viviendo contrario al mundo:
Deja atrás el pensamiento individualista.
“Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe». Mateo 19:6
Una de las cosas que más me costó cuando me casé fue dejar a un lado mis ideas, mis necesidades, mis proyectos, mi dinero, mi familia, mis amigos, mi iglesia, mis planes… ¿Te suena familiar? Este pensamiento individualista debe ser trabajado y confrontado desde la soltería. Pero, si como yo, llegaste al matrimonio sin darte cuenta de que tenías tantas cosas que cambiar y te cuesta asimilar que ya no se trata de ti, sino de nosotros, también que hay un esposo a quien amar y servir, entonces recordemos lo que nos dice Filipenses 2:3 “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo.” Este versículo, hermana querida, también aplica en el matrimonio.
Tu esposo, después del Señor, se convierte en prioridad, y ahora son un equipo. No hay nada tan dañino en un matrimonio como el egoísmo, pues es destructivo y va provocando grietas difíciles de sanar. Por lo cual debemos evitarlo con intencionalidad, viendo a nuestros esposos con respeto y como lo más importante.
No seas la esposa ideal, sé ayuda idónea.
“Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea”. Génesis 2:18
Otra de las cosas que pudieran obstaculizar un matrimonio para la Gloria de Dios es el idealismo. A veces como mujeres nos hacemos la idea de cómo luce y se comporta una mujer “completa”, dígase que cree poseer todas las cualidades y atributos que se espera de ella. Sin embargo, tal perfección no existe, pues somos mujeres pecadoras que por pura gracia han sido redimidas por el sacrificio y perdón de Cristo en la cruz, y esta actitud lo que refleja es un corazón orgulloso. Lo contrario a una mujer que busca ser la ideal, la perfecta para su marido, es la mujer sumisa, la que cumple su rol de ayuda idónea. Esta procura honrar al Señor y a su esposo, no por los elogios y las alabanzas sino porque sabe que cumple con su propósito. Dios nos diseñó especialmente para ser complemento de nuestros esposos. Dice Proverbios 14:1“La mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba”.
Dios nos creó únicas en nuestra apariencia física, con personalidades diferentes, con diversos tipos de inteligencia, cada una con gracia distintiva y especial. Por consiguiente, así mismo se refleja en nuestra relación matrimonial este hecho. Procuremos ser las mujeres que nuestros esposos necesitan, dando en nuestra relación esas cualidades que nos hacen unicas, pues como mencione, fuimos diseñadas para ser su complemento y hay una belleza extraordinaria en ello.
En el próximo articulo veremos lo importante que son: el manejo de las finanzas, la comunicación asertiva y el servicio a tu esposo como prioridad, no te lo pierdas.
¡Dios te bendiga!
Muy bonito y muy cierto, gracias por compartir.
Me gustaMe gusta