
Todas sabemos que el pecado es una ofensa contra El Señor y que debemos ser intencionales en no caer en él, pero por alguna razón, hay algunos pecados que a veces pasan desapercibidos ante nuestros propios ojos. Son esos pecados que salen tan naturalmente en nosotras que sin darnos cuenta lo practicamos constantemente.
Otras veces, y es lamentable, hasta sabemos lo que estamos haciendo, y aun así continuamos en esta práctica. No sé si a ti te pasa lo mismo, pero, por ejemplo, con las tareas del día a día, las pruebas que se presentan, el cansancio y demás, sin siquiera darme cuenta, ando por ahí justificando mi pecado.
“¡Claro que estoy molesta todo el tiempo, tengo que estar pendiente de todo!”.
“No es malo que descuide mis tareas en el hogar pasando mucho tiempo en mi celular, de alguna manera tengo que descansar y desestresarme”.
“No importa si ya estoy llena, esta comida me gusta mucho y además estoy muy delgada”.
Y la lista continua con un largo etcétera. ¿Verdad que no solo me pasa a mí? Pero Dios en su misericordia y amor me recuerda que Él no convive con el pecado, y que, si quiero agradarle, debo dejar de justificarme, cada día reconocer mi pecado y ser intencional en dejar de practicarlo y tratar de ser perfecta para Él.
1 Juan 3:3-6 dice:
“Y todo el que tiene esta esperanza puesta en Él, se purifica, así como Él es puro. Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y vosotros sabéis que Él se manifestó a fin de quitar los pecados, y en Él no hay pecado. Todo el que permanece en Él, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido.”
Este pasaje pone un estándar muy alto para todas nosotras. “Todo el que permanece en Él, no peca; todo el que peca, ni le ha visto ni le ha conocido”. Hablando de la persona que practica el pecado, aquella que tiene como costumbre pecar y se vive justificando a sí misma, porque sabemos que seremos tentadas a pecar y pecaremos a lo largo de nuestra vida debido a nuestra naturaleza caída, pero si este pecado no nos duele al punto de no querer seguirlo practicando, entonces dice la Palabra que “ni le hemos visto ni le hemos conocido.” Y la clave es lo que está al inicio de la frase: permanecer en El. Si no quiero ser contada entre los que no lo conocen, entonces debo buscarle en oración y súplica para que me limpie de toda maldad y me haga cada vez más a Su imagen.
Además, debo permanecer en Su Palabra, porque justificar nuestro pecado nos muestra la falta de conocimiento de Su voluntad expresada en la misma.
También demuestra falta de amor al Señor, al no luchar por querer obedecerle y honrarle en todo como Él nos ordena y nos impulsa a hacer. También demuestra falta de amor al prójimo, ya que justificando nuestros pecados solo pensamos en nosotras mismas y no nos importan los demás.
La Escritura está llena de exhortaciones a dejar el pecado y no practicar la maldad; a perdonar y a amarnos unos a otros:
Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad.
Colosenses 3:12 – 14
Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. Colosenses 3:5
¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios. Santiago 4:4
Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados. 1 Pedro 4:8
Pero también nos ayuda con esta lucha día a día hasta el punto de limpiarnos y transformarnos. Se que muchas cosas nos pueden parecer injustas en nuestro diario caminar por lo que entendemos podemos tomar el asunto en nuestras manos y así pecar, pero recordemos Sus promesas:
Encomienda al Señor tus afanes,
y él te sostendrá;
no permitirá que el justo caiga
y quede abatido para siempre. Salmo 55:22
El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes. Deuteronomio 31:8
Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra. Salmo 103:17-18
Es Su Espíritu quien nos capacita para obedecerle y descansar en Él, por lo que debemos buscarle en arrepentimiento y con sinceridad en nuestros corazones, reconociendo nuestro pecado y pidiéndole Su perdón y ayuda.
Aprendamos a enfocarnos en lo eterno, a perseguir la santidad, a descansar en El y como hemos experimentado antes, descansar en Él es muchísimo mejor, pues trae paz a nuestras almas, quitando toda frustración y ocupándose de nuestras preocupaciones de la mejor manera.