
Hoy en día las mujeres han descubierto tantas causas por las cuales se unen a asociaciones, movimientos, filosofías y/o ideologías, y alzan sus voces para compartir y defender un mensaje en común con el cual cada una de ellas se identifican y creen profundamente. Es por esto que estos movimientos se convierten en especies de comunidades y familias, muchas veces creándose grandes y profundos lazos de amistad y de hermandad.
Muchas de nosotras a través de las redes sociales somos expuestas, atraídas a estos mensajes, con los cuales tratan de persuadirnos para que creamos en sus ideales, principios, razones etc. Y ciertamente lo escuchamos y llegamos a convertimos en sus voceras cuando nos identificamos, cuando creemos y hasta nos motivamos y emocionamos por tales causas. Muchas de estas causas son nobles y otras no, sin embargo, ninguno de estos mensajes trae verdadera vida, ni transformación. Ninguno de estos mensajes alumbra nuestros ojos espirituales. Solo uno puede hacer esto, y es el mensaje del Evangelio de Jesucristo, el cual nosotras hemos sido escogidas y apartadas para recibirlo.
Recuerdo que en los años de mi infancia se interrumpía mucho el servicio de energía eléctrica en nuestro hogar, por lo que estando en mi habitación de repente todo se quedaba oscuro, y me embargaba una ligera y fugaz sensación de miedo y confusión que me obligaba a quedarme donde estaba, hasta que mi padre, quien sabía dónde estaba la lámpara y los fósforos, quien sabía cómo caminar en la oscuridad, encendiera la lámpara de gas, entonces y solo entonces mi ser volvía a la “normalidad”. A mi corazón y mente volvía la tranquilidad de saber que mi padre había solucionado ese problema de “oscuridad”. Evidentemente que yo me quedaba cerca de él y de la lámpara de gas porque no quería caminar en la oscuridad.
De una manera similar (guardando la distancia), es a través de las Buenas Nuevas que hemos sido sacadas de las tinieblas, donde antes morábamos practicando el pecado, y hemos sido trasladadas a Su luz admirable, donde ya nada queda escondido, sino que quedamos libremente expuestas, ahora sin temor, a ÉL. Toda ofensa, pecado, y culpa ha sido pagada. Hemos sido absueltas, y nuestra maldad ha sido limpiada por la gran y maravillosa obra del Padre de las luces a través de la vida de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor Es por eso que, si verdaderamente creemos en el mensajero y en su mensaje, tenemos que vivir como hijas de la luz, como hijas amadas, liberadas y salvadas por nuestro Padre y su hijo Jesucristo.
Seguimos caminando en oscuridad espiritual cuando:
1. Constantemente somos influenciadas por las corrientes y la forma de pensar de este mundo, priorizando las posesiones y logros personales por encima de caminar dentro de los planes y el llamado de DIOS para la etapa en que nos encontremos. Por ejemplo, para las casadas, la edificación de un hogar donde nuestros esposos e hijos sean nutridos y cuidados espiritual, física y emocionalmente.
2. Practicamos la impureza sexual y el vestir de manera provocadora, atraídas porque es la moda o la norma que dictan las corrientes mundanas.
3. Practicamos la vanidad: Dedicamos más tiempo al cuidado de la belleza física que al cuidado nuestra belleza interior. Es decir, cuando nos ocupamos más de nuestro cuerpo, rostro, cabello que tiempo devocional con Dios.
4. Practicamos la avaricia y la mala mayordomía: al ambicionar, comprar y acumular tantas cosas, anteponiendo lo que deseamos siempre, por sobre lo que necesitamos. Tantas ropas, zapatos, accesorios, etc.
5. Nos convertimos en mujeres rencillosas: siempre buscando pleitos, haciendo demandas y armando controversias que generan rencor.
6. Distorsionamos el orden en el diseño de Dios: en lugar de ser ayuda idónea, queremos tomar la delantera en cada decisión, marcar el paso en nuestros hogares o ministerios. A veces actuamos como que nuestros esposos son llamados a ser nuestra ayuda idónea.
Recordemos que Solo Dios da verdadero sentido, plenitud y propósito a nuestras vidas. Él es nuestro creador, entonces Su manual ha de estar como la norma de uso de nuestras vidas. En el jardín del edén, Eva rompió la comunión de la cual gozaba desde su creación al desconectarse de la fuente de luz, de su Dios, de su creador, entrando así en una vida de tinieblas, muerte espiritual y experimentando confusión y miedo, actuando con culpa, vergüenza y engaño. Pensó que podía ser como Dios, pensó que podría vivir desconectada de su Creador, Proveedor y sustentador. Nosotras heredamos esto de ella. De esa condición es que fuimos rescatadas.
Tendemos a juzgar algo como verdadero sobre la base de lo que podemos percibir a través de nuestros sentidos, pero de la misma manera que cuando un electrodoméstico se desconecta de la corriente eléctrica pierde toda la capacidad para funcionar, así mismo sucede con nosotras cuando nos desconectamos de nuestro Creador y su Palabra, perdemos toda la capacidad para tomar decisiones sabias, alejándonos totalmente de su diseño. Cuando nos desconectamos de nuestra fuente, estamos mal funcionando en relación con los engaños de nuestro corazón, y a las mentiras de satanás y el mundo.
La exposición a su palabra nos da luz (Salmos 119:130) y la no exposición nos sumerge en tinieblas literalmente y como consecuencia experimentamos temor, confusión y vergüenza. Nuestro Dios y salvador ha pagado un precio único y muy alto por nuestra salvación, por sacarnos de las tinieblas, y restablecer esa comunión perdida; honremos su amor, su entrega, caminando a la luz de su palabra, reconociendo y exponiendo la mentira, el pecado en nuestras vidas y confesándolo a nuestro Dios, el cual es tan fiel, justo y bueno.
¿Está viviendo como hija de la luz conectada al Padre de las luces o estás desconectada viviendo una vida de engaño? ¿Estás anunciando las virtudes de aquel que te llamo de las tinieblas a la luz o estás anunciando los valores de este mundo?
Por Ana Nin