
No sé si podrán sentirse identificadas conmigo, pero pensar en Navidad y fin de año en ocasiones me ha hecho sentir exhausta. Estas fechas se pueden convertir rápidamente de algo convival y memorable, a algo muy extenuante. El estar inmersas en un sinfín de actividades, la agenda llena de compromisos y quehaceres nos puede conducir al cansancio y al consumismo, provocando así un mal manejo del dinero, cayendo en la trampa de la satisfacción momentánea (porque puedo y me lo merezco), pero al mismo tiempo en un agotamiento físico difícil de recuperarnos. Otras veces, nos hemos propuesto objetivos muy altos o poco realistas para lograr durante el año y se convierten en una autoexigencia querer lograrlo todo a ultimo momento, lo que pudiera llevarnos al colapso. Podemos también sentirnos desilusionadas y fracasadas, cuando nos damos cuenta de que dichas metas, no se han alcanzado; o peor aún, cuando nada ha salido como lo planificamos.
En cierta forma, el año 2020 y este 2021 que pronto llega a su fin, han influido mucho en el estado anímico general. Estos años han pasado a mi parecer, increíblemente rápido, dejando a su paso muchas secuelas que nos ha costado aceptar o creer que son verdad. Toda esta carga que venimos añadiendo a vidas de por si agitadas, y experimentar la locura que ha sido vivir en medio de una pandemia mundial, la cual está empezando a mostrar consecuencias en todo el mundo, pudieran ser impulsores de anhelar todo lo que se supone hemos perdido a causa de dicha situación.
Pero si ponemos suficiente atención a nuestras reacciones durante esta temporada, esto nos debería conducir a reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestras vidas y dónde está realmente nuestro fundamento. “Por tanto, cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca;y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca”. Mateo 7:24. Leyendo estos versos, pudiéramos cuestionarnos: ¿Me he visto tentada a querer vivir el aquí y el ahora porque de mañana no se sabe nada? ¿He permitido que las emociones controlen mi vida? ¿Siento la necesidad de tener el control y la preocupación me quita la paz? ¿Refleja mi vida en estos últimos meses, que estoy sujetada a Cristo? Es aquí, justo en ese momento donde debemos hacer una pausa para revisar y reflexionar en esto. Entonces, podremos percatarnos de cómo está realmente nuestro corazón y relación con Dios y que tan alineadas estamos a Su diseño y propósitos.
Siguiendo ese mismo orden, recordemos juntas una de las características de la mujer virtuosa que es saber administrarse a sí misma, lo que debería ser parte de nuestro estilo de vida. Siendo así, ¿Cómo podemos administrarnos y evitar todo tipo de agotamiento en este periodo de Navidad y durante todo el año?
- Reconoce y da importancia a las verdaderas prioridades. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza». (Deuteronomio 6:5) Este es nuestro primer y mas importante mandato, sobre todas las cosas, amar, honrar y dar Gloria a Dios, debe ser nuestra prioridad. Todo lo demás debe estar sujeto a este orden.
- Aprende a cuidar de tu cuerpo físico. Nuestro cuerpo es la principal herramienta mediante la cual podemos hacer y ejercer todos nuestros roles. El Señor nos lo ha dado para que lo cuidemos. Así que no abusemos de el, procuremos celosamente comer alimentos sanos, evitemos el sedentarismo y las comidas ultra procesadas; descansemos adecuadamente y el tiempo necesario. “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1ra Corintios 6:19)
- Identifica en qué inviertes tus energías. Nosotras tendemos a asumir y preocuparnos por todo. Claramente, es parte de nuestra naturaleza como mujeres, sin embargo, no es el anhelo de Dios que vivamos ansiosas y estresadas. Hagamos nuestra parte, aquellas que si nos corresponden. Lo demás, dejémoslo en manos del Señor, pues es quien tiene el verdadero control de todo. “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios». (Filipenses 4:6)
- Practica el dominio propio. Tener dominio propio es parte del carácter cristiano y se logra mediante una completa rendición a Cristo. Dice en Proverbios 25:28 “Como ciudad sin defensa y sin murallas es quien no sabe dominarse». Muchos de los pecados que cometemos son debido a nuestra falta de dominio propio. Sea con nuestras emociones, en el hogar, con las finanzas, con las decisiones que tomamos, no olvidemos que, poniéndolo en práctica, alcanzaremos aquellas recompensas eternas. “Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre». (Santiago 1:19)
Debemos depositar nuestra confianza en el Señor (Proverbios 3:5-6), apegándonos a los mandatos de Su palabra (Hebreos 4:12) y acudiendo a Él cuando surja cualquier eventualidad (Salmos 9:10), es cuándo podremos vivir una vida plena y abundante en Dios por medio de Cristo (2da Corintos 5:17), aun cuando el cansancio físico sea real, renovar nuestras fuerzas en el Señor es nuestra esperanza (Isaías 40:31).
Por consiguiente, volvamos a los cimientos que es Cristo, centremos nuestra atención en El, recordemos la gratitud como elemento diario en nuestras vidas, y, mas allá de todo afán por las festividades de fin de año, no olvidemos la verdadera razón de la Navidad que es Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador.