Cultivando amor por el hogar en tiempos de feminismo

Mientras crecía, soñaba con ser ama de casa, sí, así como lo oyes, ese era mi sueño. Siempre me imaginaba siendo la mejor compañera que mi esposo pudiera tener y siendo la mejor cocinera, esa de la cual su esposo y sus hijos siempre hablaban por lo rico que cocinaba. El asunto es que me sorprendía el escuchar a las mujeres quejarse tanto de este rol y salirle corriendo, cuando todo lo que yo quería era vivirlo.  Antes de que digan que seguro se debe a que tuve una infancia ideal, en la que mis padres tenían el matrimonio perfecto, déjenme decirles que nada que ver. Soy la típica mujer que pudo crecer soñando todo lo contrario. 


Ahora bien, también estaba dentro de mis sueños “ser una buena profesional y no depender de ningún hombre”. Ya estarán pensando y ¿cómo podría tener ambas cosas? Bueno, yo tampoco lo sé. Creo que tenía en mi mente la fantasía de que podría cumplir con ambos roles y ninguno de los dos afectaría al otro. Gracias al Señor que, al conocerlo y cada día aprender más de Su Palabra, pude poner todo en orden y darle el valor adecuado a cada cosa. El valor que Dios le da.


Este es un tema un poco controversial y sé que muchas al leer este artículo estarán cuestionando muchas cosas. Yo sólo quiero expresar lo que veo que es el diseño del Señor para la mujer y, por ser así entiendo que tiene el más alto valor y sentido de honor.


Lo primero es que para medir o saber hacia dónde debo apuntar para honrar al Señor con mi rol como mujer, debo buscarlo en nuestro manual de vida, la Palabra de Dios. Todas sabemos que la Palabra de Dios es infalible y como dice en Hebreos 4:12: «… es viva y eficaz.»  Además de que trasciende el tiempo y el espacio, por lo que todo lo que está ahí está escrito para guiarnos. Dice que fuimos creadas para ser ayuda idónea del hombre y ese ya es el punto de partida.  «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él.» Génesis 2:18: 18


Sabemos que el Señor nos hizo y nos diseñó para ayudar a nuestros esposos, y todos nuestros atributos responden a ese diseño, por lo que deberíamos usarlos de esa manera si no queremos ser rebeldes contra Dios. Por otro lado, se nos dio el privilegio de ser dadoras de vida, otro indicativo de hacia dónde se dirige nuestro rol. Ambas cosas son extremadamente importantes, retadoras, de grande repercusión en la vida de los demás y de mucho sacrificio. Pero por alguna razón, queremos todas esas cualidades en un trabajo fuera del hogar o por lo menos que nuestro trabajo dentro del hogar sea lo secundario en cuánto a tiempo y esfuerzo. Esto es consecuencia del pecado que habita en nosotras que siempre quiere rebelarse contra el diseño divino. 

Ser una mujer profesional no está mal, ni es condenado en la Biblia, y personalmente creo que siempre que puedas seguir aprendiendo y practicando eso que te gusta, deberías hacerlo pues es algo que puedes usar para el bien del otro.  Incluso puedes ser instrumento del Señor en medio de un ambiente laboral. Creo que hay tiempos en los que podemos ser más activas en este sentido. Por ejemplo, cuando los niños están más grandes, que ya hayas formado las bases que necesitan y las conversaciones son más provechosas que en esa etapa cuando estaban muy pequeños y necesitaban más la presencia de nosotras como madre, todo el tiempo. También debemos confiar en que Dios nos puede ayudar a cumplir con ambos roles si estamos en una situación dónde de ninguna manera ha sido posible sostenerse con un solo sueldo. Se puede considerar la opción de un trabajo a medio tiempo, para estar y poder atender a tu esposo e hijos. Creo que el mejor consejo que he escuchado al respecto es el siguiente: «puedes hacerlo siempre y cuando no perjudique tu rol principal de esposa y madre.» Lo que está mal es que nuestra vida profesional sea lo primero en nuestras vidas, y que, por ende, nuestros esposos e hijos queden en un segundo lugar o peor aún, sean menospreciados, como es el caso con muchas mujeres hoy en día.


El ser ama de casa es visto como una opción denigrante e insultante para la mujer de hoy, cosa que es completamente errónea y malvada. ¿O no se dan cuenta de qué mientras más las mujeres salimos del hogar, más la sociedad se va perdiendo? ¿No nos damos cuenta de cuánto tenemos que ver con esto nosotras y nuestro rol en el hogar? Es nuestro deber el apoyar y ayudar a nuestros esposos y el educar a nuestros hijos para que sean hombres y mujeres de bien que agraden al Señor. No es extraño que al estar tanto los hombres como las mujeres fuera del hogar, la familia se vaya deteriorando poco a poco y como consecuencia tenemos esposos e hijos desatendidos que simplemente no llevan a cabo sus roles bien porque les hace falta esa ayuda que les fue dada en un principio para que todo funcione armoniosamente. Sí, tanto el esposo como los hijos deben responder por sus actos, pero no nos olvidemos que nosotras también. ¿Estamos cumpliendo con lo que nos fue encomendado? 


«Quiero pues, que las que son jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen la casa, que ninguna ocasión den al adversario para maldecir.» 1 Timoteo 5:14: 14


No es que este rol sea tarea fácil, en verdad nos encontramos con muchos retos. Podemos sentir el peso de la rutina diaria, cansancio físico, desilusiones, entre otras cosas, pero el Señor nos da las fuerzas si nos sostenemos a Él cada día.  También podemos encontrar ayuda siendo creativas:  busquemos tiempos de oración con otras hermanas, pongamos en práctica nuestros talentos en casa con algo que nos guste, reunámonos con otras hermanas en la fe que se encuentren en la misma etapa que nosotras y compartamos experiencias y consejos las unas con las otras. Todas estas cosas pueden ser vitales para llevar esta tarea con gozo día a día.

 
Hermanas, es hora de empezar a abrir nuestros ojos y no creer la mentira del enemigo que nos dice que somos las víctimas y que es hora de ser las protagonistas de la película. El único protagonista es Cristo y a Él debemos servir, porque sólo así seremos verdaderamente plenas. Seamos parte de la solución en este mundo caído y rindámonos en obediencia al Señor amando la verdad de la belleza que es el reflejar a Cristo a través de nuestro diseño original. Seamos luz en estos tiempos dónde a lo bueno se le llama malo y a lo malo, bueno. Recuerda que nuestra recompensa no es terrenal sino eterna y que nuestro gozo se encuentra en Él y en obedecerle.

  
«Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.» 1 Corintios 15:58


No se para ustedes, pero para mí, es hermoso ver a tu esposo feliz de llegar a su hogar porque en ti encuentra ese lugar que le brinda todo el descanso que él necesita luego de un día agotador. Que ame estar en casa porque la manera en la que le cuidas hace de la misma su sitio preferido. Es lo más hermoso el ver a tus hijos aprender nuevas palabras cada día que van añadiendo a su vocabulario porque tu se las enseñaste, buenos modales, valores y verlos crecer como personas de bien porque estuviste ahí para corregirlos a tiempo.

 
Es hermoso mirar atrás al final de nuestros días y ver que nuestro trabajo de ama de casa dio frutos en personas que hoy llenan la tierra y aportan luz a este mundo en tinieblas. No menospreciemos este hermoso y honroso trabajo, más bien aprovechémoslo y cumplamos con él con alegría.

Por Ardys Fernandez!

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