
La historia alrededor de la vida de Elizabet, que se encuentra en Lucas capítulo 1 a partir del versículo 5, me parece particularmente fascinante, porque podemos ver a un Dios Soberano entrelazando perfectamente cada evento alrededor del nacimiento del Mesías, y Elizabet y su esposo Zacarías fueron usados por Dios de una manera muy especial.
Según varios diccionarios bíblicos los hermosos significados del nombre de Elizabet, de origen hebreo, son, “Dios es mi plenitud”, “Mi Dios es plenitud”, “Dios es mi juramento”, “Dios de juramento”.
Elizabet y Zacarías eran ambos descendientes de familias sacerdotales y ambos, dice la Biblia, eran justos delante de Dios e intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor… ¡pero! no habían podido tener hijos a causa de que Elizabet era estéril y esto era una gran vergüenza. Tanto ella como su esposo ya eran de edad avanzada, lo que les podría haber quitado las esperanzas de tener un hijo algún día, sin embargo, Dios tenía otro plan.
Zacarías, por sus funciones sacerdotales, se encontraba sirviendo en el templo y estando allí se le apareció el ángel Gabriel para darle el anuncio de que Dios había escuchado sus oraciones y que él y su esposa Elizabet tendrían un hijo. A este bebé debían poner por nombre Juan y este sería usado poderosamente por Dios para que muchos del pueblo de Israel se convirtieran al Señor y para preparar el camino para Aquel que vendría después de Él. Este fue un anuncio del cual Zacarías dudó y por esa razón quedó mudo hasta el octavo día del nacimiento de Juan en donde su lengua fue desatada milagrosamente y lleno del Espíritu Santo empezó a hablar de las maravillas de Dios y a profetizar acerca de su hijo, por lo cual todas las personas que estuvieron presentes estaban asombradas.
Elizabet, a pesar de tener el estigma de ser estéril pudo ver la mano de Dios y Su gracia obrando para cumplir Sus perfectos planes en ella y su esposo y por esta razón fue bendecida de diferentes maneras.
- Dios quitó su vergüenza
Elizabet pasó muchos años esperando tener un hijo, sin respuesta. En la cultura judía la esterilidad era considerada como una deshonra o un castigo, tanto que la posición de la mujer sin hijos se encontraba dentro de los pobres, despreciados, desamparados y viudas. En Lucas 1:25 dice que cuando Elizabet concibió dijo “Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.” Dios finalmente, cuando no lo esperaba, quitó su vergüenza y les dio descendencia a ella y a su esposo.
El significado del nombre de Juan es “gracia (don) de Dios” y eso es lo que este niño era para ellos, un regalo de Dios que Él les dio en Su tiempo perfecto y a quien utilizaría con un propósito especial.
- La madre de su Señor fue a ella
Cuando el ángel anuncia a María que había sido escogida para llevar en su vientre al Mesías por obra del Espíritu Santo, también le dice que su parienta Elizabet, a quien llamaban estéril, había concebido en su vejez y estaba cursando el sexto mes de embarazo, porque nada hay imposible para Dios.
Elizabet tuvo el gozo de recibir la visita de María poco tiempo después del anuncio del ángel y fue llena del Espíritu Santo, tanto que su bebé saltó de alegría en su vientre, pues la madre de su Señor había ido a visitarla. El cumplimiento de la promesa del Mesías anhelado había llegado, Emanuel, Dios con nosotros.
- Albergó en su vientre a quien prepararía el camino para el Señor
Más allá que la bendición misma de haber concebido después de muchos años y de haberse removido de ella el estigma de la esterilidad, Elizabet tuvo la dicha de llevar en su vientre a Juan el Bautista, un gran profeta de Dios, quien inició su ministerio poco antes que Jesús para preparar Su camino y de quien Jesús mismo dijo: “En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:7-11) y de quien también se profetizó en el Antiguo Testamento (Isaías 40:3, Malaquías 3:1). La bendición de Elizabet estuvo en ser parte de un propósito mayor que ella misma, que su esposo y que el hijo que llevaba en su vientre, fue una pieza dentro de los planes de Dios y dentro de todo lo que Él estaba poniendo en orden para el tiempo en que vendría el Mesías prometido, su Señor y a Quien ella esperaba con todo su corazón.
¿Cuáles cosas podemos aprender de la vida de Elizabet?
- Tenemos un Dios que no es indiferente a nuestras cargas y nuestras peticiones y Él ha de responder a Su tiempo, conforme a Su perfecta y buena voluntad. Podemos poner nuestra confianza en Aquel que es nuestra plenitud y Dios de juramento, Quien quitó la vergüenza de nuestro pecado y nos justificó por medio de Cristo.
- Para Dios no hay nada imposible. Él cumplirá todo aquello que ha determinado para nuestras vidas, no importa cuán difícil sea humanamente, Dios hará lo que ha determinado hacer por encima de todo impedimento, porque Él es Todopoderoso.
- Cristo debe ser el mayor anhelo de nuestros corazones, nuestro mayor gozo y deleite, fuera de Él nada en la vida tiene sentido, lo que más importa es conocerle, amarle y servirle. Nada ni nadie en esta tierra podrá llenarnos ni satisfacernos como Él. (Salmos 73:25)
- Los propósitos de Dios van más allá de lo que muchas veces podemos medir o entender y son mayores y mejores que los nuestros. Las circunstancias en las que estamos no son fruto de la casualidad, cada cosa que permite está formando nuestro carácter para que podamos ser un instrumento Suyo para aquello que Él desea usarnos. Estamos en las manos amorosas de nuestro Padre Celestial, quien cual alfarero, nos moldea y transforma cada día conforme a la imagen de Su Hijo. Él cumplirá Su propósito en nosotras, para gloria Suya.
Que Dios nos ayude a modelar un carácter piadoso y a deleitarnos en nuestro Redentor como Elizabet.
¡Dios te bendiga!