
¿Alguna vez te has encontrado en una discusión en donde hay mucho enojo envuelto y has hecho algún comentario hiriente que empeora el conflicto aún más? O, por el contrario, frente a algún malentendido ¿has tenido la experiencia de dar una respuesta suave y ver cómo la situación se resuelve fácilmente y los ánimos se calman? La Palabra de Dios nos habla de estos dos tipos de respuestas y lo que resulta de cada una. Veamos:
“La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira.” Proverbios 15:1 (LBLA)
En mi país, donde la gente, aunque es muy alegre, tiende a ser respondona y reactiva (como una dinamita que explota rápido cuando la encienden) hemos visto situaciones que han terminado en tragedias pero que pudieron haber sido solucionadas con un simple “Lo siento”, “¡Ah!, disculpe, no sabía”, “No hay problema”, “No se preocupe, lo solucionaremos”. Como el caso de un hombre que le quito la vida a otro porque le tomó su parqueo, muy triste situación. Puedes estar segura de que esto ocurrió por cómo se iban respondiendo uno al otro, encendiendo más y más su ira y terminando en una tragedia con consecuencias terribles.
Es probable que no nos veamos en una situación tan extrema como esa, pero no deja de ser un ejemplo de lo que resulta de usar palabras que enciendan el furor.
Necesitas pedir al Señor que te ayude a ser más suave y menos reactiva
Mientras tengas vida estarás expuesta a situaciones de conflicto y malentendidos, ¿cómo reaccionarás a ellos? También serás tentada a “hacer justicia” ante una ofensa y decirle al agresor exactamente lo que merece escuchar para procurar que reciba las consecuencias de su agresión. ¿Si Dios nos tratara como merecemos, dónde estaríamos hoy?
Debes pedir a Dios que ponga palabras suaves en tu boca y que te ayude a no reaccionar diciendo lo primero que venga a tu mente, sino a responder sabiamente, buscando la paz y la reconciliación. A ser una mujer mansa y humilde como su Maestro (Mateo 11:29) y a tener palabras dulces, de modo que quienes te rodeen no tengan temor de acercase a ti para evitar problemas y que en cambio puedan venir con confianza.
Puedes decir la verdad sin ser áspera
Algunas personas justifican su forma áspera de hablar alegando que deben decir la verdad y entienden que para hacerlo con firmeza deben responder en un tono airado, pero están equivocadas.
El versículo de Proverbios 15:1 no nos está invitando a sencillamente reprimir una respuesta que pudiera ser útil y de edificación para corregir a alguien, sino que nos habla sobre la forma en que debemos responder, con suavidad.
Hablar la verdad es necesario, pero debe estar motivado por el amor, si no, estaremos buscando solamente satisfacer nuestros deseos egoístas de desahogarnos diciendo a las personas todo lo que “tienen que escuchar” sin mesura, ni tacto, con el fin de humillarlas. 1 Corintios 13:4-5 (LBLA) dice: “El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido.”
Al hablar la verdad debemos hacerlo con gracia (Colosenses 4:6), no por contienda ni vanagloria, considerando a los demás como superiores a nosotras mismas (Filipenses 2:3). Que no salga de nuestra boca una palabra mala, sino palabras que sirvan para la edificación de los demás (Efesios 4:29). Si obedecemos los principios que estos textos de la Palabra de Dios nos enseñan, automáticamente moderará nuestro tono a la hora de responder, pues tratan directamente con nuestro orgullo y nuestras motivaciones.
¿Quieres apartar la ira o hacerla encender?
En Santiago 1:20 (RVR1960) dice que: “la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”
No es sabio ni reflejo de un carácter piadoso el incitar el conflicto, propiciando que la ira tome el control, sí, porque la ira puede causar desenfreno y hacer que las personas pierdan los estribos llegando a cometer toda clase de males, de los cuales, muchas veces se arrepienten profundamente.
La fe de una mujer cristiana que disfrute el vivir en conflictos y discusiones con los demás y que se goce en poder “rellenar” a las personas con toda clase de insultos, es cuestionable. El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23). ¿Puedes afirmar que este fruto es evidente en tu manera de reaccionar ante el conflicto? ¿Te sientes reprendida cuando has ofendido a alguien? ¿Te produce tristeza el saber que has pecado contra Dios reaccionando de manera airada? ¿Procuras el arrepentimiento ante Dios y el pedir perdón a tu prójimo cuando le has ofendido? ¿Te produce gozo el estar en paz con los demás?
Gracias a Dios porque nos garantiza Su ayuda en esta y todas las áreas de nuestra vida a través de Su Espíritu que ha hecho morada en nosotras. No se trata de nuestra capacidad de modelar un carácter suave y apacible, sino de Su capacidad de hacernos cada día más como Cristo en la medida que escuchamos y obedecemos Su voz.
¡Dios te bendiga!