
En pocos días estaremos en Semana Santa, lo que para la tradición significa recordar el tiempo desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección o la última semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. En El Atelier vemos la importancia de recordar y meditar siempre en todo lo que significó y lo que continúa significando el hecho de que Jesús muriera en una cruz y resucitara. Este acontecimiento que ocurrió hace dos mil años es el corazón del Evangelio. Pero, ¿Que sucedió ese viernes? ¿Por qué fue necesaria la muerte de Jesús? ¿Por qué es tan especial recordar este evento para el pueblo del Señor?
Los seres humanos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1.27) o sea que somos criaturas morales, creadas con un sentido innato del bien y del mal. No somos criaturas meramente físicas, somos espirituales lo cual nos permite relacionarnos con El quien es Espíritu. Sin embargo algo terrible sucedió, el ser humano se rebeló contra su creador (Génesis 3) y las consecuencias han sido funestas. El pecado entró en el mundo (Romanos 5:12). Dios, como Dios Santo, ha establecido Su ley moral y el pecado es quebrantamiento de dicha ley. Perdimos nuestra relación con Él, la comunión que teníamos se rompió, perdimos de vista nuestro propósito de vida (Romanos 3:23), y en esta condición, lejos del Creador, el hombre se ha vuelto depravado, insensible, egoísta, ciego, muerto, extraviado, anda en tinieblas y es esclavo del pecado (Romanos 1:21,28; Romanos 6:16; 2 Corintios 4:4; Efesios 5:8). El hombre por sí mismo nunca podría cumplir los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios. Sin embargo, y esta es la gran noticia, que a pesar de todo esto, Dios nos amó con un amor tan grande que envió a Su Hijo para lograr una redención eterna para el hombre.
Ahora bien, ¿Qué es la redención? La palabra redimir en su original griego significaba el ser librado de cualquier tipo de atadura. En la antigüedad o en el tiempo que se escribió el Nuevo Testamento había miles de esclavos en el Imperio Romano. Muchas veces una persona se hacía esclavo por nacimiento, o era cautivo después de ser conquistada su nación o si tenía una deuda que no podía pagar se hacía esclavo del deudor. Así que comprar y vender esclavos era algo muy común en ese tiempo. Cuando alguien redimía a un esclavo, no era más que pagar un precio para rescatarle, comprarle o liberarle. Eso mismo pasó con nosotras, si leíste más arriba, esa era nuestra condición. Vinimos a este mundo siendo cautivas, no éramos libres porque teníamos un amo, el pecado. Realmente somos esclavos de aquello que obedecemos. Por favor detente a leer estos versos que lo confirman claramente: Juan 8:34; Romanos 6:16-17; Romanos 7:14.
Como todo amo, el pecado demanda un precio para liberar a sus cautivos, en este caso es la muerte (Romanos 6:23; Hebreos 9:22). Pero Jesús nos redimió. Él pagó el precio del pecado para traer libertad al morir y derramar su sangre en nuestro lugar.
En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia. Efesios 1:7 LBLA
En su redención, Cristo primero propicia nuestros pecados, en segundo lugar nos justifica y, en tercer lugar, nos reconcilia con Dios (1 Corintios 1:30). En proximos articulos estaremos viendo cada uno a la luz de la Biblia.
Mientras tanto podemos gozarnos y sentirnos más que privilegiadas al saber que con su muerte Cristo logró:
- Seamos ahora siervas de la justicia, en vez de ser esclavas del pecado. Romanos 6:18.
- Librarnos de este presento siglo malo, Gálatas 1:4.
- Librarnos del yugo de la esclavitud. Gálatas 5:1.
- Trasladarnos del reino de las tinieblas a Su reino. Colosenses 1:13.
- Libertad Eterna. Hebreos 9:12.
- Purificar nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo. Hebreos 9:14.
Estas verdades son para el pueblo de Dios. Recordarlas, memorizarlas y abrazarlas es necesario. Debemos atender con diligencia esto que hemos leído para vivir en consecuencia una vida de gratitud, gozo, admiración y obediencia a nuestro Padre y para que podamos predicar a los demás con libertad acerca de lo que Cristo hizo por nosotras.
Alabemos juntas al Señor con esta canción y meditemos en la libertad que Él nos ha dado.
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