
El Señor me permitió vivir en una familia cristiana. No éramos para nada perfectos pero tratábamos de agradar a Dios en todo lo que podíamos. Desde pequeña aprendí quien es Dios, pero reconozco que no lo suficiente. Iba a la escuela Dominical de niños, asistía a los cultos congregacionales y escuchaba cosas sobre Dios, pero realmente no lo conocía profundamente. Entrando a la adolescencia ocurrieron varios eventos en mi vida que no estaban dentro de mis planes (y dudo que estuvieran en los planes de cualquier adolescente). Cosas que marcaron mi vida de manera negativa (maltrato físico y emocional, abusos, rechazo, etc.)
Aun en la adultez el poco conocimiento que tenía sobre Dios no me permitía comprender el por qué me sucedían tantas cosas. Suponía que a las niñas buenas que asistían a la iglesia, obedecían a sus padres, que cumplían con sus tareas, que participaba en obras sociales y trataban de llevar una vida buena como yo, no les pasaba ese tipo de cosas. Cuando tenía 21 años atravesé por uno de los momento más difíciles que el ser humano pude vivir, ver partir a un ser amado, en este caso fue a mi madre.
Una noticia que no esperaba, que no estaba en mi agenda ni mucho menos en mi corazón. Ese evento trajo muchas dudas a mi mente sobre mi fe. Trajo muchas preguntas sin respuestas, frustraciones, enojo, tristeza, decepción…y realmente todo esto era contra el mismo Dios.
Pasaron días, meses y casi años que iba donde Dios solo con una pregunta, ¿Por qué? No solo buscando por qué El había permitido que sucediera este momento traumático en específico, sino por todas las cosas que había experimentado durante toda mi vida. Honestamente, me sentía como si alguien que me odiaba con todas sus fuerzas y quería torturarme o destruirme estaba gobernando los eventos de mi vida. Y todo esto era muestra de mi poco conocimiento sobre quien verdaderamente es Dios. Pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido dice en Oseas 4:6
Anteriormente había leído la historia de Job, pero hasta hace poco me detuve a escudriñarla; esta vez el Señor habló a mi vida, reveló la condición en la que estaba mi corazón y la necesidad de entender la manera en la que Dios obra. Si aún no conoces este libro te exhorto a que tomes tu Biblia, la abras en esta gran historia que sobresalta la soberanía de Dios y le permitas al Espíritu Santo que revele a tu corazón ese carácter bondadoso, soberano, justo y fiel de un Dios que sabe exactamente todo de nosotros y orquesta cada circunstancia en nuestras vidas para nuestro bien (Romanos 8:28) aunque nuestra naturaleza caída nos impida entenderlo.
En la historia me detendré justamente cuando los ángeles se presentan delante de Dios y satanás se apareció. Vayamos juntas a Job 1:6-12
Hubo un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, y Satanás vino también entre ellos. Y el Señor dijo a Satanás: ¿De dónde vienes? Entonces Satanás respondió al Señor, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella. Y el Señor dijo a Satanás: ¿Te has fijado en mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Respondió Satanás al Señor: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No has hecho tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, verás si no te maldice en tu misma cara. Entonces el Señor dijo a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu poder; pero no extiendas tu mano sobre él. Y Satanás salió de la presencia del Señor.
Cuando los ángeles se presentaron delante del Señor, Satanás se apareció con ellos. Su propósito principal en ese momento era cuestionar la lealtad de Job hacia Dios y pedirle que se le permitiera probar la fe de su siervo. Pero, justamente ahí vemos a Dios (quien permite cada cosa en nuestras vidas) poner UN LIMITE a las pruebas que Job debía soportar en ese momento. El Señor no permitió que Satanás hiciera lo que quisiera con su hijo. Dios mismo es quien decide hasta donde, cuando y de que maneras serán nuestras circunstancias. Al comprender la soberanía de Dios me doy cuenta que no importa cuán difícil y dolorosa fueron, son o serán las circunstancias de mi vida, es él quien está a cargo de mí.
En lo personal, después de muchos años, el Señor me hizo comprender algunas razones por las cuales permitió que yo viviera situaciones difíciles. Una de dichas razones era que más adelante El me colocaría en un lugar para servir a jóvenes y adolescentes que vivieron eventos parecidos a los míos y que en ese momento necesitaban de alguien que las entendiera, escuchara y les mostrara la esperanza de que Cristo, si entregamos todo lo que somos a su persona, es fiel en transformar los eventos traumáticos de nuestras vidas en canales de bendición para otros. Aunque en el fondo de nuestros corazones somos incapaces de entender completamente la voluntad de Dios, tenemos esperanza en que su voluntad es perfecta para nosotras a pesar de los sufrimientos pasajeros.
Dice 2 Corintios 1:4 Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros.
No conozco tus pruebas. Tampoco sé cuál es la magnitud del sufrimiento que posiblemente estas experimentando Ahora mismo. Quizás en todo esto tu mente se cuestiona donde esta Dios en todo esto (como lo hice yo en muchas ocasiones) Pero Amada hermana en Cristo, confiemos y descansemos seguras de que es Dios quien tiene el control absoluto de nuestras circunstancias. Aunque parezca que el mal es quien está dictando tus circunstancias actuales, recuerda que cada prueba en nuestras vidas es aprobada por Dios, y con la intención de edificar nuestras vidas para acércanos a Él.
¨Cualquier circunstancia, dolor o aflicción que nos acerca a Dios, es una bendición¨. Nancy DeMoss