
Quisiera continuar con el tema que inicié en el artículo pasado, donde comparto algunas de las cosas que he aprendido a un año de haberme convertido en madre por primera vez. No les hablo como especialista o experta en estos temas, pero sí como una madre y hermana en Cristo que quisiera dar de lo que le ha sido de ayuda de manera personal, orando y esperando que también sirva para otras madres que están en esa etapa. Aquí les dejo otros consejos:
Vigila tus emociones.
He mencionado que la maternidad trae consigo grandes cambios físicos y mentales para nosotras, así que es común que en las primeras semanas posparto (por alrededor de 15 días), las mujeres se encuentren más sensibles de lo que comúnmente son, lloren y se sientan tristes en algún momento sin una razón clara. También, las largas horas que puede traer consigo una labor de parto, más el cuidar a un recién nacido cuyo sueño es muy irregular y temores de madre primeriza, genera un cansancio que en muchas ocasiones puede ser abrumador.
Todo esto afecta nuestras emociones, el poco descanso también puede afectar nuestro cerebro, que es un órgano de nuestro cuerpo, como cualquier otro. Por eso es importante que estés vigilándolas, ora para que Dios guarde tu mente y corazón y pide apoyo en oración si te sientes muy cargada. También, no tengas vergüenza de pedir ayuda si sientes que la tristeza que manejas ha perdurado por mucho tiempo y llegas a sentir que no puedes controlarla, habla con tu familia al respecto y acudan a su médico para recibir asistencia.
Recuerda las promesas de Dios y no te olvides de ninguna de Sus bondades para contigo. Él entiende por lo que pasas y no te dejará sola. Que Su Espíritu sea un ancla que te estabilice en medio de tantos cambios y que puedas experimentar Su perfecta paz.
Maneja los comentarios con sabiduría.
En esta nueva etapa te encontrarás con algunas personas, cuyas intenciones la mayor parte del tiempo son buenas, pero no necesariamente son prudentes, y te estarán haciendo comentarios, recomendaciones y críticas con las que no necesariamente estés de acuerdo sobre cómo debes cuidar a tu bebé y a ti misma e incluso sobre cuándo deberías tener tu próximo bebé (sí, acabas de dar a luz y algunas personas sienten la urgencia de saber cuándo tendrás otro hijo, jajaja).
En ocasiones, este tipo de cosas podrían hacerte enojar, pero ¡no te cargues con eso! No vayas a estar debatiendo por cada comentario que te hagan, incluso tus familiares, y dañando relaciones por algo que muchas veces podría resolverse sólo con permanecer en silencio. Entiende que muchas veces no lo hacen para dañarte o molestarte, al final básicamente terminarás haciendo lo que sabes que es mejor para ti, tu esposo y tu bebé, conforme también te ha estado guiando el pediatra de tu hijo(a).
Con esto no estoy diciendo que te cierres a todo consejo, sino, que manejes con sabiduría y tacto aquellos que sabes que en ocasiones ni siquiera tienen sentido y que no serán de ayuda. No puedes controlar lo que te digan, pero sí cómo reaccionas a lo que te dicen. El fruto del Espíritu no se va de vacaciones en el posparto. (Gálatas 5:22-23).
Infórmate bien acerca de la lactancia materna y aboga por eso.
Hoy día hay algunos extremos con este tema, pues hay un grupo de “Nazis de la lactancia” que satanizan a toda madre que no amamante a su hijo, pero debemos entender que las circunstancias de cada mamá y familia son diferentes. Algunas, de verdad no pueden hacerlo por alguna condición de salud o medicación que no es compatible con la lactancia. La fórmula infantil no es un veneno y puede ser de gran ayuda para quienes no pueden dar del seno a sus bebés.
Ahora bien, no dejes de amamantar a tu pequeño por quizás no procurarlo con diligencia ni estar bien informada al respecto. La leche materna es el alimento que Dios diseñó para tu bebé y no hay mejor leche que la tuya para tu hijo(a), ninguna podrá superarla ni lo alimentará mejor. Además, amamantar tiene muchísimos beneficios tanto para la madre como para el bebé.
Hay muchos mitos respecto a la lactancia que se han propagado a lo largo de los años, que no tienen ningún fundamento. No permitas que sean mitos los que te hagan privar a tu bebé del alimento que Dios creó para él/allá. Busca fuentes equilibradas, pregúntale al pediatra de tu hijo(a) y a otras mamás que hayan amamantado para que te orienten sobre esto.
Disfruta de cada etapa.
Podrías sentir que los días de desvelo y agotamiento que estás viviendo ahora serán eternos, pero no es así. Los bebés crecen y eventualmente ya no necesitarán tanto de tu ayuda y cercanía.
Cada etapa tiene sus retos y sus disfrutes. Goza de este momento único con tu bebé, porque no lo volverás a vivir jamás. Da gracia a Dios por tu hijo(a), celebra cada pequeño detalle de su desarrollo, al ritmo que vaya. Tu bebé es único. Ora por él/ella con la fe de ver a Dios obrando en su vida y salvándole, para Su gloria, y para que puedas estar a su lado acompañándole a través de cada etapa, instruyéndole y modelándole a Cristo, hasta que algún día se convierta en adulto y esté listo para emprender su camino de manera independiente.
Dios te bendiga amada hermana y que seas fortalecida y llena de la gracia del Señor para ejercer tu rol de madre. ¡Felicidades nueva mamá!