
Durante los días de cuarentena por el COVID-19 que afecta aun al mundo entero, me percaté que todo lo que usualmente hacíamos de manera presencial: reuniones de trabajo, cumpleaños, comidas con familiares y amigos, y el disfrute de la armonía con los hermanos en iglesia, fue cambiando por la modalidad virtual. Sí, ya sabes, me refiero a que ya no podíamos vernos frente a frente, porque debíamos protegernos y proteger a los nuestros.
Entonces, llegó el momento de congregarnos por Zoom, o ver las transmisiones en vivo de los servicios vía Facebook, YouTube u otras plataformas digitales. Antes cerca, ahora a distancia. Antes con el calor humano y fraterno, ahora a la distancia fría. Sin sonido y muchas veces sin rostros. Forzándonos a un mundo virtual al que muchas no estábamos acostumbradas. Tuvimos que desaprender, para aprender. Incluso, tuve que pedir a mi hija de 14 años un pequeño entrenamiento de Zoom. Me vi desafiada a dejar a un lado la queja y adaptarme.
Distanciamiento espiritual
Sin embargo, aunque todo había cambiado me pregunté si yo había cambiado. Si había cambiado mi calidez, el amor hacia mi familia y a la iglesia local. Pareciera que con el distanciamiento físico vino el distanciamiento de la comunidad de fe. Quizás lo notaste y lo sentiste. No estar asistiendo al templo, se constituyó en un sinónimo de estar emocional y espiritualmente distantes. Fue una sensación común.
La iglesia local y mi compromiso
Comprendo el sentimiento y reconozco el reto, pero ¿dónde queda el compromiso con la iglesia local?
Consideremos que debemos vivir bajo el temor de Dios. Esto es estar en la plena consciencia de que estamos delante de Dios. Pablo, en Efesios 5.23 nos recuerda que Cristo es la Cabeza de la iglesia, así que, no puedes ser fiel sin congregarte sin importar la modalidad que tu iglesia utilice. Tu reacción revela el temor a Dios en ti y por supuesto, tu fidelidad y nivel de compromiso con Él. El Maestro nos enseñó la relevancia de la fidelidad: El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. (Lucas 16:10).
Generalmente las iglesias tienen un documento oficial de membresía que se entrega una vez que somos parte de ella. Allí se detallan los deberes que adquirimos. Incluso, muchas veces hacemos un pacto en frente de toda la congregación como una forma de prometer que cumpliremos esas cláusulas ante Dios y los hermanos. Entonces, quizás es tiempo de ir a ese documento y reevaluar. Hacer memoria de esos compromisos que hicimos previamente con nuestra iglesia local.
Pero, ese compromiso viene dado en un documento mayor, la misma Palabra de Dios, la cual nos confirma que es una obligación, porque:
•Dios es santo y merece nuestra adoración y fidelidad (1 Sam. 2:2).
•Somos el templo de Dios. (1 Co. 3:16).
•El cristiano es parte del cuerpo de Cristo, que es la iglesia. (1 Co. 12).
•Somos colaboradores de Dios (1 Co. 3:9).
•Debemos cumplir lo que prometemos. (Ecles. 5:4-5).
•Se espera que sirvamos para agradar a Dios, no a los hombres. (Col. 3:22).
Una iglesia imperfecta, pero fiel
Somos la iglesia de Cristo. El apóstol Pedro nos califica en su primera carta 2.9 como linaje escogido y pueblo adquirido por Dios. Y mientras estemos en este mundo caído, debemos avanzar hacia la madurez que debe procurar toda mujer cristiana. Dentro de esa madurez se encuentra la fidelidad que debemos tener como parte de y hacia nuestra iglesia local. Es un hecho que nuestra iglesia nos necesita. La razón de eso es que somos parte de ella. Y es en tiempos de crisis como estos donde nuestra fidelidad debe ser mostrada.
Cinco recomendaciones prácticas
Quiero alentarte con cinco cosas que puedes hacer para apoyar a tu iglesia local y a la vez mostrar tu fidelidad a Dios. Ademas, te exhorto a que hagas de estas una disciplina aun después de pandemia:
1. Congregate y hazlo a tiempo. Estar a tiempo virtualmente es una muestra de nuestro amor a Cristo (quien formó y aún edifica la iglesia). Hebreos 10.25 nos invita a no dejar de congregarnos.
2. Comparte y comenta. Durante la reunión, intégrate. Rehúsa ser un participante pasivo. Da muestras de amor por tu iglesia. Es como si dieras un apretón de manos o un cálido abrazo.
3. Toma notas y dedica este tiempo al Señor. Nuestro entendimiento bíblico de lo que es la iglesia tiene un impacto en la manera en que reaccionamos cuando nos reunimos a adorar. La iglesia no es un club social o un grupo de personas que se reúne para cantar. Es el cuerpo de Cristo, columna y sostén de la verdad. Tomando en cuenta ese recordatorio, sé intencional en concentrarte y no distraerte mientras participas del servicio virtual de tu congregación.
4. Continúa diezmando y ofrendando. Como comentaba más arriba, es en los momentos de dificultades que nuestra fidelidad a Dios es probada. Damos de nuestros recursos para la gloria de Dios. Es nuestra meta y motivación a la vez. La esencia de ello no tiene que ver con que el templo esté cerrado o no. Además, tomemos en cuenta que la iglesia continua con sus compromisos financieros. Así que, sé fiel en tus diezmos y ofrendas.
5. Comparte con otros el mensaje del domingo. Otra forma práctica de mostrar apoyo y compromiso con la iglesia local es siendo intencional en compartir lo que aprendes del sermón de cada domingo. Cristo dijo que somos la luz del mundo y la sal de la tierra (Mateo 5.13).
Conclusión
La iglesia sigue siendo el cuerpo de Cristo y un instrumento para llevar gloria a Dios. Primero para proclamar el evangelio y segundo para alentarnos como comunidad a mantenernos fieles a Cristo sin importar las circunstancias. Mantén tu compromiso con tu iglesia local. Muestra tu fidelidad a Cristo, apoya a tus líderes y sigue amando a tus hermanos.
Excelente reflexión para nosotros que somos la iglesia de Cristo.
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