
Una de las cosas que más me preocupan de nuestra vida cristiana es cómo nos desconectamos con mucha facilidad de la realidad de que un día Cristo viene. Nos enfocamos tanto en nuestras “cosas” que vemos muy lejos ese acontecimiento. Al mismo tiempo al enfrentar todo tipo de situaciones difíciles producto de vivir en un mundo caído, podemos perder de vista la razón por la que fuimos salvas. Estamos en una lucha constante, pero podemos volver a reenfocarnos, fortalecernos y levantarnos primero, cuando recordamos constantemente el final que nos espera como creyentes; y segundo cuando nos dedicamos a hacer lo que tenemos que hacer mientras esperamos el cumplimiento de las promesas hechas por nuestro Señor. El conocimiento de cómo la historia de la humanidad terminará, nos da una perspectiva clara de cómo debemos vivir en esta tierra. Así que, mientras esperamos esas promesas, hay cosas que como cristianas debemos hacer lo cual se convierte también en un acto de obediencia a Él.
La sección que he querido tomar para explicar lo que nuestro Señor espera que nosotras hagamos mientras Él regresa se encuentra en Mateo 24-25. Estos capítulos están dentro de lo que se conoce como el Sermón del Monte de Los Olivos, el cual habla de eventos futuros, de la venida del Hijo del Hombre, y del juicio final. Jesús les dice a sus discípulos (recuerda que tú y yo también lo somos): Verán al Hijo del Hombre venir en las nubes del cielo con poder y gran gloria (Mateo 24:30), y les dijo que debían estar preparados ante esta realidad porque no se sabría cuándo sucedería (Mateo 24:42). Así que les habló por parábolas, resaltando en ellas el estado de alerta o de cuán despierto debe estar el creyente.
Parábola de los Dos Siervos: Sé fiel
Aquí se relata sobre un señor que pone a cargo de su casa a su siervo mientras él está ausente. Este siervo tiene autoridad sobre los otros empleados y administra todo lo referente a la casa de su señor. Primero se describe a este siervo como alguien que actúa con fidelidad, con mucha integridad, con alguien que cumple sus deberes, quien no descuidó su obligación, fue constante y realizaba con empeño su trabajo y está tranquilo porque sabe que cuando su amo regrese el estará preparado.
Luego se contrasta con la descripción de lo que sucedería con ese siervo si actúa con irresponsabilidad, una persona infiel, injusta, quien menosprecio la realidad o la gran verdad de que su señor regresaría; se olvidó que tenía que rendir cuentas y actuó como si sus actos no tendrían consecuencias. El pastor John MacArthur explica esta parábola de esta manera y así también lo podemos entender:
“Cada uno de nosotros ha recibido una administración, cada uno de nosotros ha recibido una responsabilidad por parte de Dios; hemos recibido vida, aliento, privilegios, etc. todas esas cosas son concedidas a nosotros por Él, y de las cuales vamos a dar cuentas”.
Parábola de las Diez Vírgenes: Mantente velando, preparada.
Para poder entender esta parábola debemos saber que en los tiempos de Jesús las bodas se realizaban de manera muy diferente a como es hoy en día. Se hacía un contrato entre las familias de los novios que se convertía en un compromiso, el cual podía durar un año antes de la boda. El matrimonio se consumaba después de ese tiempo con una gran celebración que duraba varios días. Unas jóvenes, amigas de la novia o damas de honor le acompañaban a esperar al novio que venía a buscarla para llevarla al lugar de dicha celebración. Dicen los historiadores que la hora de la llegada del novio era inexacta por muchas razones, es por ese motivo que ellas debían estar preparadas y así acompañar a la pareja en una procesión.
En este relato las diez vírgenes se durmieron, pero las lámparas de cinco de ellas no tenían aceite y se vieron en la necesidad de buscar, por tanto, se perdieron de la llegada del esposo y al querer luego entrar a la fiesta, no se les permitió. La advertencia de nuestro Señor con esa enseñanza fue: ¡deben estar alerta (velando)! Porque no saben el día ni la hora de mi regreso (Mateo 25:13).
Alguien dijo, y cito: “estar preparados velando es participar de los beneficios del Reino” ¿Y cómo participamos de los beneficios del Reino? Primero, nosotras somos responsables delante de nuestro Señor de nuestro crecimiento espiritual. Segundo, debemos recordar que tenemos el poder del Espíritu Santo para lograrlo. No debemos rechazar los dones de gracia que nos han sido dados como parte del regalo de la salvación. El nos llama a cuidarla con temor y temblor. Nos llama a vivir Su Palabra, soportar, resistir, aguardar, hasta que Él venga.
Parábola de los Talentos: Sé diligente.
En esta parábola se relata que a un grupo de siervos se les confía unos talentos mientras el señor o amo de ellos se va de viaje. Tres de esos siervos multiplicaron lo que se les dio mientras el amo estaba lejos, pero hubo uno de ellos que no multiplicó lo que se le delegó, sino que lo enterró. Cuando su señor regresó y cada uno rindió cuentas de lo que hizo, el amo se molestó con el que no hizo nada con el talento que le fue dado.
La interpretación de esta parábola es que Dios, por gracia, da dones a cada creyente, habilidades y capacidades para emplearlas e invertirlas. “Dios, en Su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto.” (Romanos 12:6-8, NTV)
Nosotras estaremos en la presencia de Dios y vamos a rendir cuentas de cómo hemos usado lo que se nos ha dado. Esto es un tema de administrar y de diligencia, por eso es importante que conozcas y sepas qué Dios te ha llamado a hacer en la etapa de la vida que te encuentres (soltera, casada, madre, viuda, con nietos, etc.). Que sepas cuáles son tus dones o habilidades y luego ser diligente en el uso de estos.
Es importante siempre mantener en perspectiva Su regreso y no quitar de nuestra mente que somos peregrinas en esta tierra y que mientras estamos aquí tenemos mucho por realizar para nuestro Señor. Si no lo hacemos, nos desviaremos en nuestras prioridades y abrazaremos este mundo y sus intereses. Si hacemos esto último, estaremos con un peso tremendo. El pecado pesa, la desesperanza carga el alma, estaremos desprovistas de herramientas para enfrentar las dificultades de este mundo y el vivir apartados de Dios produce sequedad y muerte espiritual.
Así que, aunque parezca que el esposo tarda en regresar no caigas en la infidelidad, no dejes de velar, no te duermas y no des lugar a la pereza.
Meditemos en nuestro estado espiritual en este momento y oremos con todo nuestro ser para que el Señor nos ilumine y nos fortalezca. Que, aunque veamos lo que veamos, pase lo que pase en nuestras vidas y en este mundo, vivamos este llamado que produce gozo, paz y sobre todo da gloria al nombre de Cristo. Recuerda estas palabras que serán dicha en aquel día: entra en el gozo de tu Señor.
¡Dios te bendiga!