
Hace unas semanas desperté en la madrugada y escuché un sonido a lo lejos, como de un instrumento de viento, algo así como un saxofón. Lo primero que me llegó a la mente fue la venida del Señor Jesús. La mañana del día siguiente me reí mucho por lo que pensé, puesto que lo que pasó esa madrugada no se compara con la gloriosa descripción que nos relatan las Sagradas Escrituras sobre el regreso de Jesucristo, sin embargo, también me hizo meditar mucho en cuánto deseo que mi Salvador regrese.
Hay temas, como el regreso del Señor, que solemos usar solo como la cereza en el helado cuando presentamos el plan de salvación. Lo demostramos cuando usamos como una muletilla la frase ¡Cristo viene! Sí, es cierto Él viene, pero ¿es algo que quiero que pase? Seguro ahora mismo tienes una cara de, obvio que quiero que pase. No obstante, lo mismo habrían respondido las cinco vírgenes que fueron insensatas.
En Mateo 25:1-13 encontramos la parábola de las diez vírgenes. Cinco de ellas prudentes y cinco de ellas insensatas. Todas tenían sus lámparas. Todas cabecearon y se durmieron. La diferencia entre ellas quedó marcada en que unas tenían aceite y otras no llevaron consigo aceite para sus lámparas. Ambos grupos esperaban la llegada del esposo, tal como relata la Biblia. Todo este deseo de su corazón fue descubierto mediante su preparación para recibir al esposo. Esto significa que no basta con tener el deseo de que nuestro Señor vuelva, sino que Dios mira el corazón y la actitud con la que estamos esperándolo.
La venida de nuestro Redentor debe representar para nosotros el evento futuro más importante, más que una boda o el nacimiento de un hijo. Para estas etapas tan trascendentales somos sumamente cautelosas en cada detalle, ese mismo deseo ardiente de que ese momento acontezca es el que Dios espera de nosotras cuando leemos o escuchamos que Él regresará. Estemos apercibidas de que el Señor cumplirá Su promesa de venir a buscar a Su pueblo (Mateo 24: 44).
¿Cómo saber que tienes un deseo genuino de que el Señor regrese? Aquí te dejo algunas pautas:
- Tienes los ojos puestos en lo celestial y no en lo terrenal. Hebreos 12:2
- Entiendes que no es sabio afanarse por acumular riquezas en esta vida pasajera. 1 Timoteo 6:7-8
- Te enfocas en tener un corazón que agrade a Dios. Salmos 139:23-24
- Dedicas tiempo a estudiar acerca de Su venida. Juan 5:39
- Anuncias a otros Su venida. Mateo 28:19-20
Si después de haber leído estas cinco señales te das cuenta de que has estado muy arraigada en construir tu morada en este mundo pasajero, es hora de que le pidas al Señor en oración que despierte en ti un deseo puro de vivir una vida que le agrade, de respirar en la promesa de que estaremos nuevamente con Él. Hoy es tiempo de redireccionarte y empezar a poner tu corazón en donde realmente debe estar el tesoro de todo creyente, en Cristo.