
Soy terapeuta familiar y una de las cosas en las que más me enfoco en mi trabajo es ayudar a las personas a conocer acerca de las emociones y poder identificarlas, para luego aprender estrategias que permitan manejarlas y alcanzar la “autorregulación” emocional.
Las emociones pueden ser muy intensas y nublar nuestra razón, llevándonos a tomar decisiones poco sabias, incluso a olvidar aquellas cosas que hemos aprendido. Generalmente, les explico a las personas que cuando tenemos alguna emoción intensa, una parte de nuestro cerebro se activa, a la que algunos llaman “cerebro emocional” y este incluso puede “bloquear” la parte del cerebro que piensa y toma decisiones asertivas. Con esta ilustración, busco enseñarles como las emociones pueden influenciar nuestras acciones y las posibles consecuencias negativas que consigo traen dichas acciones.
Si bien es cierto, como una vez una niña me dijo, las emociones nos hacen más humanos; poder llorar con alguien que llora, alegrarnos con quien se alegra es parte de nuestro diseño creado por Dios, pero mientras más trabajo este tema con las familias, reflexiono mucho en mis propias emociones y de lo vulnerable que soy ante ellas. Recientemente me he visto librando una batalla que parece nunca acabar con algunas emociones que no quiero sentir, pero por más que luche no logro librarme de ellas; parecería como si todo aquello que he aprendido acerca de quién es Dios se me olvida en un instante de angustia. A veces despierto con ganas de ser un “robot” y programarme para no “sentir” y de esta manera, según entendía, agradar a Dios se me haría más fácil.
Buscando en la Palabra, me encuentro que las emociones muchas veces abrumaban el corazón de algún salmista. Es común encontrar palabras como “angustia” o “aflicción” en muchos de los Salmos (es bueno saber que no soy la única cristiana que se angustia, se aflige o se desespera). Por ejemplo, el Salmo 44:24 dice: “¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión?”. Este salmo es claramente un grito desesperado, un momento de aflicción y angustia extrema. Estoy segura de que al igual que yo, muchas de ustedes también se han sentido identificadas con este salmista, con este verso específicamente, sintiendo como si Dios nos ha abandonado en el momento en que más lo necesitamos.
En ocasiones la angustia o aflicción son tan intensas, que no nos dejan ver la bondad de Dios; parecería como si tuviéramos una especie de pérdida de memoria de quien es Dios y de lo que ha hecho en nuestras vidas y la emoción del momento es lo único “real” y verdadero para nosotras.
Me resultó interesante encontrar otros Salmos en los que se expresa la angustia, pero se utiliza una estrategia para lidiar con ella tal y como trato de hacer con las familias que ayudo. La encontré en dos Salmos, uno seguido del otro, exactamente en el mismo versículo:
*Salmo 42:5 “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia.”
Y otra vez en,
*Salmo 43:5. “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”
Buscar refugio en el Señor en medio de la angustia, es la estrategia más eficaz, pues nosotras tenemos un corazón engañoso y traicionero (Jeremías 17:9) y emociones que son pasajeras (aunque sean muy reales). Nuestras circunstancias no cambian quién es Dios ni su eterno amor por nosotras, El no deja ni dejará de ser nuestra salvación, aun cuando sea quien permita que seamos afligidas, Él es nuestra única esperanza.
Quiero que juntas pongamos en práctica la estrategia de refugiarnos en Dios y recordar y repetir constantemente a nuestras almas angustiadas que Dios es nuestra salvación, que nada escapa de su control y que podamos entregarle a Él las emociones que embarguen nuestro corazón. Que Dios nos ayude a dejar que su Palabra sea nuestra verdad y que nos aferremos a ella por encima de nuestras emociones y circunstancias. “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad.” Juan 17:7.
“En mi angustia invoqué al Señor, y clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor delante de El llego a sus oídos”. Salmo 18:6.
muy buenos días excelente publicación es instrumento de bendición para mi vida.
Dios le siga ayudando.
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Bendiciones hermana. Nos alegramos bastante de que Su palabra este bendiciendo tu vida.
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