Lo veo, lo quiero, lo compro… ¿agrada esto a Dios?

¿Te has percatado que a veces salimos de compras, aunque no necesitemos nada? ¿Te ha pasado que estas pasando por un momento difícil y “lo único que te hace sentir mejor” es ir al mall a comprar? ¿Llegas a la tienda a comprar unos zapatos para la universidad, pero compras de todo menos los zapatos? Seguro que en algún momento hemos creído y vivido en esta frase que nos han bombardeado los medios: lo veo, me gusta, lo quiero, lo compro. ¡Tranquila! No eres la única. Yo también he estado ahí.

Según la historia, el origen del consumismo se registra en los inicios de la Revolución Industrial, cuando el ser humano se da cuenta de que tiene la capacidad para fabricar diversidad de productos en cantidades masivas. Sin embargo, en ese momento las personas no tenían la necesidad de utilizar esos productos, así que, para lograr la comercialización, era necesario despertar la necesidad en la gente. Obviamente, para continuar produciendo, las industrias debían vender y a su vez, la población consumir. Y como te imaginaras, comenzó la lucha que nos persigue hasta el día de hoy: semi annual sales, ofertas flash, 2×1, redito, Black Friday, ofertas por cambio de temporada, etc.

La verdad es que el consumismo inicio hace mucho más tiempo: inicio en el Edén. Si te fijas en Genesis 2: 15 al 17, el Señor le dio a Adán una orden: “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.” Dios continua Su obra perfecta y crea a Eva y la da por mujer a Adán para que juntos fructificaran y llenaran la tierra. Ella sabía muy bien este mandato del Señor.

“Y la serpiente era más astuta que cualquiera de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún árbol del huerto”? Y la mujer respondió a la serpiente: del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios: “No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis.” Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales. Genesis 3: 1-7

Detente Yrahisa, pero ¿qué tiene que ver este relato con comprar desmedidamente? Pues tiene todo que ver. El consumismo no es más que creer una mentira de la sociedad y tomar acción basada en esa mentira y no en la verdad de Dios.

Si notas, la serpiente se acercó a Eva, solo a Eva, y le hizo una pregunta basada en una media verdad (¿Conque Dios os ha dicho: “No comeréis de ningún árbol del huerto”?). La mujer, que presto atención al mandato de Dios, le clarifica (del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios: “No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis.) Fíjate que la mujer repitió lo que Dios había dicho, la verdad completa. Ella estaba consciente de lo que debía hacer o no hacer. ¿Se parece esto al inicio de la publicidad de nuestra marca de cosméticos favorito? ¿O a esa voz interna que nos hace preguntas retoricas para hacernos creer que más que quererlo, lo necesitamos?

Continuando con el relato, la serpiente astuta engaña a Eva. (Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal.) Eva, creyó la mentira y actuó en base a ella (Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió.) ¿No se parece esto a cómo nos dejamos engañar de este mundo consumista, y teniendo mil labiales, compramos el nuevo, aun sea solo para “sentirnos mejor” “para estar a la moda”? ¿O no se parece esto a los engaños que maquina nuestra mente para justificar nuestra compra y pasar nuestra tarjeta? Al final, Eva pago consecuencias muy serias como nosotras también las enfrentamos.

Existen diversas razones que nos motivan a comprar y comprar:

  • Por lo general estamos atravesando circunstancias difíciles como la soledad, la ruptura de un noviazgo, rechazo, etc.
  • Quizás somos esclavas de algunas marcas y tendemos a comprar todos sus productos.
  • Nos sale natural pues nuestra sociedad practica la compra compulsiva como deporte extremo.
  • Nos sentimos ansiosas por lo que aún no tenemos.
  • Sentimos envidia de lo que nuestras amigas tienen y nosotras no.

Al comprar motivadas por algunas de las razones anteriores, se produce en nosotras:

  • Una sensación de felicidad, que es efímera.
  • Quizás nos sentimos poderosas y autosuficientes (wow yo me compre esto o aquello con mi dinero).
  • Sentimos que, vistiéndonos de tal marca, usando los accesorios de este otro diseñador o comprando el ultimo labial, subimos de estatus y nos parecemos más al prototipo que nos venden los medios de una joven in.

La triste realidad de nuestras acciones radica en que esa felicidad, ese poder y ese estatus es momentáneo y pasajero y nos trae como consecuencia caer en un círculo vicioso: nos apegamos a las compras para sentirnos felices en vez de buscar en Dios nuestro contentamiento.

En la próxima entrega estaremos concluyendo con este tema y veremos formas prácticas de como vencer esta tentación que muchas veces nos persigue y así glorificar a Dios. ¡No te lo pierdas!

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