
Tengo el privilegio de que mis mejores amigas son también hermanas en la fe. Dios me ha bendecido con muchas buenas amigas cristianas a lo largo de mi vida. Algunas llegaron desde la niñez, otras llegaron en la adultez, pero todas se han convertido en más que hermanas.
Tener amigas dentro de la comunidad cristiana es un factor súper importante para mantener fortalecida tu fe en el día a día. La Biblia dice en Proverbios 13:20 (NTV) “Camina con sabios y te harás sabio; júntate con necios y te meterás en dificultades”. Es increíble cómo esta palabra se cumple tal cual. Esto está corroborado por la ciencia, los sociólogos afirman que el ser humano es producto de su entorno, es decir, por definida que sea tu personalidad, recibirás influencia de las personas con quien más compartas.
Recuerdo que cuando estaba en el colegio tenía un amigo cuya madre le decía “júntate con los inteligentes del curso para que pases con buenas notas”, jajaja. Lo pienso y me da mucha risa, mi amigo era un poco desorganizado, pero su madre tenía la esperanza de que algo bueno podría obtener si compartía con los compañeros aplicados.
De manera personal he experimentado lo que significa contar con el apoyo de amigas cristianas que procuran mi bienestar. He atravesado momentos difíciles en la vida y he encontrado en ellas consuelo, esperanza, motivación y sobre todo una palabra reconfortante de parte de Dios. En momentos donde no tuve un pastor o un líder que velara por mí, Dios me proveyó amigas que sostuvieron mis brazos en alto.
Las amistades cristianas nos suman porque representan gran ayuda para mantener nuestra fe en alto. “Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas”, eso dice Eclesiastés 4:10. Las amigas cristianas no solo disfrutarán contigo los momentos de alegría, sino que cuando vengan los tiempos difíciles también serán de consuelo para tu vida y pueden ser instrumentos que el Señor utilice para levantarte y animarte.
A veces hemos leído cientos de promesas de Dios en la Biblia y quizás en un momento de aflicción las olvidamos, pero conversamos con una hermana en la fe que nos recuerda esas promesas y de esta forma recibimos aliento y esperanza. Toda buena amiga cristiana debería redireccionarnos a Jesucristo.
Nadie puede dar lo que no tiene, si una persona no tiene a Jesucristo en su vida, si no conoce la Palabra de Dios no podrá compartir la mejor medicina que existe para el alma del ser humano. No podemos pedirle a alguien que no conoce a Dios que nos dé un consejo basado en la Palabra, por tal motivo, es de suma importancia cultivar amistades con hermanas en Cristo, las cuales no son perfectas, pero en medio de las circunstancias de la vida procurarán tener una perspectiva anclada en la fe.
Esto no significa que no debemos tener amistades que no sean cristianas, de ninguna manera. Lo que sí pretendemos es resaltar el valor de esas amigas que aman y obedecen al Señor y que nos acercan más a Él.
¡Dios bendiga a todas nuestras amigas y hermanas en la fe!