
En mi familia hay una rama que se caracteriza por la expresividad y el mucho hablar, sabemos que con algunos miembros de nuestra familia no puedes tener sólo una conversación puntual y breve y si están en medio de una anécdota tendrán que decirte cada detalle porque no querrán que te pierdas de nada (me estoy riendo mientras escribo esto). Confieso que tengo muchas cosas de esta rama de mi familia y quienes me conocen saben lo expresiva que soy al hablar, aunque tengo mayor tendencia a escuchar que a hablar mucho.
Las mujeres disfrutamos mucho de conversar (lo cual no es malo), incluso las más calladas, en un ambiente de confianza podrían hablar por horas y horas, sin cansarse, pero ¿es posible que podamos hablar más de lo que debemos? Proverbios 10:19 (RVR1960) dice: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.”
Según este texto, si hablamos demasiado no faltará pecado en nuestras palabras, es como si no pudiéramos desprender las “muchas palabras” del pecado. El mucho hablar pudiera dar paso al chisme, la crítica, a invertir mayor tiempo en el ocio y descuidar responsabilidades, a errar por no escuchar, a no dar importancia a lo que los demás tienen que decir, etc. Quienes somos cristianas y deseamos hacer lo que es agradable a Dios, no podemos obviar el consejo que hay en este verso de Su Palabra, así que, en este sentido, hay algunos principios en los que quisiera que meditáramos.
El problema del pecado en nuestras palabras radica en primer lugar en el corazón
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” Mateo 15:19 y “Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” Mateo 5:34b. Si no cultivamos una relación con Cristo, aquel que vino para limpiar nuestros corazones y darnos uno nuevo y no acudimos a Él para que nos ayude a través de Su Palabra y por el poder de Su Espíritu y nos muestre esas áreas de pecado en nosotras, no podremos ser verdaderamente prudentes, podremos callar externamente, pero en nuestro interior estar llenas de rencores y malos deseos hacia nuestro prójimo. Las “técnicas de comunicación efectiva” sólo funcionarán momentáneamente si no vamos a la Fuente de la sabiduría, la prudencia y el dominio propio, sólo Él puede transformarnos de adentro hacia afuera.
Que tu motivación al hablar sea la correcta
¿Por qué y para qué hablas? Eres administradora de un medio que Dios dio al ser humano y debes glorificarlo en el uso de este regalo que nos dio, para comunicarnos con Él en primer lugar y para relacionarnos con nuestro prójimo. ¿Qué buscas al hablar? ¿Desmoralizar a tu hermano(a) y lucir más justa? ¿Entretener a los demás con informaciones que ni siquiera sabes si son ciertas? ¿Hacer notar lo inteligente e interesante que eres? ¿Mostrar tu buena dicción o cuánto conocimiento tienes? ¿Demostrar que tienes la razón y los demás no? Estas son preguntas que nos pueden ayudar a descubrir nuestras motivaciones, detrás de las cuáles está muchas veces buscar nuestra propia gloria y no la del único que la merece en verdad, Dios.
Sé prudente: Escucha, piensa y luego habla, si es necesario
Santiago 1:19 dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.”
Cuando somos prontas para hablar no le damos tiempo a la reflexión, diciendo todo y lo primero que nos venga a la cabeza, hiriendo muchas veces a nuestros hermanos (estando presentes o no), pudiéramos “meter la pata” con frecuencia y lo que es peor, ofender a Dios. Esto es un reflejo de inmadurez, falta de sabiduría y carencia de dominio propio.
Generalmente, la tendencia de quienes son de mucho hablar es de no escuchar y quienes no escuchan tienen problemas para seguir instrucciones ¿Has visto personas que no han terminado de darles una instrucción y ya empezaron a hacer lo poco que oyeron o entendieron? lo que por supuesto provoca que no hagan las cosas como se les indicó, también tienen que retractarse con frecuencia, están tan concentrados en planificar su respuesta que ni siquiera saben bien a qué van a responder, malinterpretan a los demás, pudieran no tener relaciones profundas con las personas porque no les dan oportunidad de expresarse, disfrutan estar con las personas que los escuchan y no los interrumpen y por eso se sienten bien con esas amistades, pero (aunque no siempre intencionalmente) pudieran restar importancia a las necesidades de los demás de ser escuchados, lo cual no demuestra amor ni el carácter de Cristo.
¿Te has visto en alguna de estas descripciones? A algunas personas, por su temperamento, eso de “escuchar más y hablar menos” se les da con mayor facilidad, pero si no es tu caso, debes ser intencional en trabajar esto, pidiendo ayuda al Señor. Cuando escuchas a alguien le demuestras amor y respeto y que lo que tiene que decir es importante para ti, también puedes dar un mejor consejo y opiniones más acertadas, cuando te lo pidan. El retrasar tu respuesta a causa de la reflexión te dará mayor lucidez para responder en una situación de conflicto y en ocasiones te darás cuenta de que tu respuesta ni siquiera era necesaria y que en verdad no habría ayudado en nada.
Auto-disciplínate, tu opinión no siempre es indispensable
Es genial que podamos tener espacios en donde podamos expresarnos, edificarnos y hacer aportes que de alguna manera contribuyan a la conversación que se esté dando, pero en ocasiones, aunque pudieras decir algo interesante o importante, como una forma de disciplinarte a ti misma, no opines en todos los temas a menos que sea indispensable. Esta es una forma de cuidar tu corazón del orgullo y dar espacio a la reflexión. Es un ejercicio que pudieras hacer de vez en cuando y te darás cuenta de que el mundo no colapsará si no dices lo que piensas (lo digo en tono de broma).
La Palabra de Dios nos reta y nos confronta, nuestro Padre tan amoroso nos provee Su consejo para esculpir nuestras vidas conforme a la imagen de Cristo. La forma en que nos comunicamos puede mostrar mucho de Su obra en nosotras y habla de nuestra madurez espiritual. Mi oración es que el Señor nos ayude a ser mujeres prudentes que podamos glorificarle en nuestra manera de hablar y que seamos un reflejo de Su carácter y santidad.
Comparto totalmente lo que indicas aquí en este escrito amiga! Excelente, te felicito tienes una forma tan especial de transmitir el mensaje de Dios con tanto amor que llega al corazón de quienes te leemos. Dios siempre te bendiga
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Amén querida. Gloria a Dios por eso. Muchas gracias, me alegra que hayas podido leerlo 🙂
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Gracias por brindarme estos bellos consejos.. son de gran ayuda para mi vida en esta tierra y en la venidera.. Dios le bendiga 😊
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Damos Gloria a Dios por ello.
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