
¿Te ha pasado, que te encuentras diciendo cosas, que luego te arrepientes al instante porque sabes que no debiste haberlas dicho, y rápidamente te excusas diciendo: “Ups, se me salió, o “no es lo que quise decir” acompañada de una risita nerviosa? Es lamentable y, a mi me ha pasado. La verdad es que lo que sale de nuestra boca reflejan todo lo que hay en nuestro corazón. He dicho palabras que han herido a personas muy queridas y me he lamentado por ello. Sin embargo, lo que decimos no se puede borrar. Es por esto que debemos hacernos responsables de nuestras palabras reconociendo que sin la misericordia de Dios, Su amor, piedad y verdad, nuestros corazones solo tendrán maldad.
Jesús dijo en Lucas 6 versículo 45: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.”
Lo que sale de la boca manifiesta la condición del corazón, su verdadera naturaleza. Nunca podremos dar de lo que no tenemos, o mejor dicho, daremos exactamente de lo que tenemos, sea esto bueno o malo. De manera personal, quiero cambiar mi forma de hablar, y sé que la llave para una lengua trasformada siempre será un corazón que ha sido transformado. La fórmula perfecta es amar todo lo de Dios y detestar todo lo que no proviene de Él.
Si soy orgullosa, mis palabras denotaran orgullo y arrogancia. Si soy chismosa, mis palabras serán contenciosas. Pero al contrario, si soy humilde y piadosa como resultado de estar conectada a lo de Dios y Su Palabra, mis palabras serán llenas de sabiduría y de gracia, de compasión y de verdad. Leemos en Salmos 119 verso 11 que si atesoramos en nuestros corazones Su palabra, no pecaremos contra El.
“En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti.”
Salmo 119:11
Nuestro mayor anhelo debe ser querer estar rodeada de todo lo que provenga del Señor. Y, de manera muy intencional, podemos formatear nuestros corazones, vaciar todo lo que hay que no es agradable ante Dios (Gálatas 5:19-21), y depositar en él, aquellos preciosos frutos que nos regala Su espíritu cuando tenemos una relación intima con El (Gálatas 5:22)
Según Proverbios 27:19 “Como el agua refleja el rostro, así el corazón del hombre refleja al hombre.” ¿Cómo nos refleja el corazón? Jesús dijo que lo que entra por la boca no nos contamina sino lo que sale de ella (Mateo 15:11) porque “de la abundancia del corazón habla su boca” (Lucas 6:45). Es decir que para que el corazón refleje algo bueno, debemos guardar nuestro corazón: “con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” Proverbios 4:23.
La tendencia de nuestro corazón es llenarse de aquello que no agrada a Dios a través de lo que consumimos, en las redes sociales, la música que oímos, los medios de comunicación, lo que leemos o cuando nos sentamos a escuchar chismes y ejercer criticas de manera implacable, cuando decidimos suplir nuestros deseos antes que los anhelos de Dios, cuando creemos que no necesitamos el perdón del Señor y nos creemos auto-suficientes…
El [corazón] es engañoso y corrupto, es egocéntrico y es de donde proviene la maldad… Mateo 15:19 dice “Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.” En otras palabras, nuestro corazón es la raíz del problema y es por eso que ¡debemos dejar que sea transformado!
Así que, hermana querida, Su gracia es basta y suficiente como para que podamos, por difícil que sea, desbordar, emanar y ser portavoces de lo de Él, todo lo bueno y eterno (Filipenses 4:8). Pongámonos en comunión con nuestro creador, con aquel Dios de Amor, conocido como el alfarero porque es experto en moldear el barro, que representa nuestro corazón, oremos consagradamente pidiendo que nos perdone, y nos permita amar lo que El ama y que Se nos revele a nuestros corazones para dar tesoros buenos, santos y piadosos, para ser de edificación a todos los que están a nuestro alrededor. ¡Aleluya! ¡Dios te bendiga y guarde!