Sed hacedores de la palabra

El Violonchelo y el Saxofón son mis dos instrumentos musicales favoritos, ¡cuánto disfruto escuchar una pieza donde esté uno de ellos! Para mi es todo un deleite, realmente me gustaría saber tocarlo, sin embargo, nunca he estudiado música, ni siquiera les he puesto las manos, todo lo que se de ellos es que, uno es un instrumento de cuerda frotada y el otro es de viento-madera, aunque los puedo distinguir dentro de una orquesta sinfónica por la exposición a la música clásica y el jazz, si nunca me decido a aprender y tomo clases para ello, jamás podría tocarlos de manera armoniosa. Si quiero aprender a tocarlos, debo practicar, no solo escucharlos.

En el capítulo 1 versículo 22 de la Epístola de Santiago dice:

Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. (LBLA)

Este es uno de los elementos que hace de la Biblia un libro distinto a todos los demás, por más libros que lea acerca del Chelo, el Saxo o cualquier otro, no encontrare una acción de carácter mandatorio, más bien incluyen sugerencias, pasos e instrucciones. La primera palabra (Sed) con la que Santiago comienza esta parte es un imperativo, requiere acción, es un mandato. Todo creyente que ha nacido de Dios está llamado a hacer lo que la Biblia dice. (Es importante mencionar que los destinatarios de esta Epístola eran creyentes).

No sean solamente oidores

Aquí el autor se refiere a un mero espectador, a aquel que se limita a oír solo la predicación del evangelio, la escucha pero al finalizar es como si no ha pasado nada, lo que significa que no es obediente, si no profundiza en la palabra de Dios, no conoce Sus mandamientos y por lo tanto no refleja un carácter cristiano. El llamado es a prestar atención con mayor diligencia, no se trata de oír solo para adquirir conocimientos, sino que aquello que escuchamos debe provocar en nosotras un cambio, debemos ser transformadas por medio de la palabra de Dios.

La advertencia de Santiago sigue diciendo…que se engañan a si mismos

Cuando un cristiano se convierte en un simple espectador que se conforma con solo escuchar, corre el riesgo de tropezar, puede caer en el error de racionalizar con el pecado o justificarse. Su manera de accionar, hablar, vestir y relacionarse no son congruentes con la palabra de Dios, pues esto es lo que distingue a un verdadero creyente, todos los aspectos de su personalidad y forma de vida están caracterizado por la obediencia a Dios.

Sed hacedores de la palabra

La fe cristiana requiere acción, es para vivirla, todo lo que la Biblia enseña es para ponerlo en práctica, (por eso oímos diligentemente, para aprender, para conocer, para accionar). El hecho de ir Domingo tras Domingo a la Iglesia y escuchar el Sermón no es suficiente si no vamos con un corazón abierto, dispuesto a recibir el mensaje de parte de Dios y a ser enseñado.

Dentro de Su infinita gracia y misericordia Dios nos ha dado instrucciones claras acerca de cómo vivir nuestra fe, ¡qué gran regocijo es saber que Él no nos ha dejado en la ignorancia! nos dejó un manual y este es la Biblia, en ella encontramos lo que necesitamos creer para ser salvos, pero también lo que debemos hacer después de ser salvos. Es nuestro deber leer las escrituras, estudiarla a profundidad, memorizarla y vivir una vida congruente con lo que ellas dicen.

Hoy día, gracias a la bondad de nuestro Señor tenemos buenos predicadores, podemos acceder a sermones realmente profundos con una gran teología, contamos con iglesias de sana doctrina, excelentes libros y blogs, muchas conferencias y congresos, (y damos gracias a Dios por esa provisión) Sin embargo, muchos son los que escuchan, asisten y leen solo para ser informados, para acumular conocimientos, pero no se evidencia en ellos esa verdadera transformación que produce la Palabra de Dios.

La Biblia nos llama a vivir por fe y no por vista, a mantener una perspectiva eterna de todo cuanto experimentamos aquí en la tierra, y eso incluye los momentos de necesidad, tristeza, dolor, incertidumbre o temor, que suelen ser los momentos donde nosotras tendemos a olvidar la palabra o dudar de la bondad de Dios. ¡Cuán importante es memorizar las escrituras y meditar en ella todo el tiempo!

A menudo tengo que recodarle a mi alma olvidadiza bendecir a Jehová y no olvidar ninguno de sus beneficios. Cuando quiero dudar de la infinita misericordia de Dios, El mismo me recuerda lo que ya he oído atentamente y leído acerca de Su amor, amor tan profundo que condujo a Su Hijo Jesús a una muerte de Cruz. Esta es la diferencia entre ser un simple oidor y oír diligentemente, el diligente escucha humildemente con un corazón dócil, procura profundizar y memorizar para así hacer los cambios necesarios en su vida, y cuando llegan esos momentos difíciles que Dios utiliza para formar el carácter, Su mismo Espíritu le recuerda las maravillosas e inagotables promesas de Dios. El que simplemente oye, no está preparado ni para resistir la tentación ni para enfrentar la vida diaria con el poder del Espíritu Santo.

Ser hacedor de la palabra refleja nuestro amor hacia a Dios y un corazón rendido en obediencia a Él. En la misma medida en que nosotras estudiamos la palabra y conocemos los mandamientos allí descritos con la intención correcta (procurando ser transformadas) seremos capaces de ver más claramente nuestra necesidad de Dios y de perdón.

Se intencional en el estudio de la palabra de Dios, hazlo con el propósito de conocer a la persona principal de todo el libro, Dios, para acercarte más a Él y ser cada día más conforme a Su voluntad. Dios nos ayude a vivir de este lado del cielo conforme a sus propósitos eternos, reflejando el gozo de Su salvación traducido en acciones  justas y piadosas que revelan el carácter de un verdadero hijo de Dios.

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