
Continuamos en nuestro estudio del Sermón del Monte y el pasaje de hoy nos habla de cómo las grandes hazañas y prodigios hechos por quienes llaman a Jesús Señor no es lo que determina que entrarán al Reino de los Cielos, a Dios le importan otras cosas que van más allá de nuestras confesiones verbales porque Él mira en nuestro corazón y no podemos engañarle con una apariencia de piedad y un lenguaje religioso.
Vayamos al texto en Mateo 7:21-23 (RVR 1960):
21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
De este pasaje podemos extraer varias enseñanzas importantes que quisiera compartirles en los siguientes puntos:
- Confesar a Jesús como Señor verbalmente no es garantía de salvación (v.21)
Una de las evidencias públicas de nuestra fe es cuando confesamos a Jesús como Señor, creyendo en nuestros corazones que Dios le levantó de los muertos, como bien enseña la Palabra en Romanos 10:9-10, pero cuando esta declaración es meramente verbal “de la boca para afuera”, como resultado de nuestras emociones o deseos de aparentar piedad y no de un verdadero arrepentimiento que resulta del convencimiento de pecado que da el Espíritu Santo, no tiene un efecto transformador del corazón, por tanto, esa clase de confesión vacía y falsa impide que un individuo haga la voluntad de Dios porque en verdad no le interesa ni puede.
En cambio, un corazón regenerado por el Espíritu de Dios se place en hacer la voluntad del Padre celestial, demostrando en toda su manera de vivir quién es su Señor, así que no sólo lo ha confesado verbalmente, sino que con su conducta demuestra que es un siervo y que tiene un Amo con quien está íntimamente ligado y por Él tiene total garantía de que entrará al Reino de los Cielos.
- Hacer “obras extraordinarias” no da un pase de entrada al Reino de los Cielos (v.22)
Este punto está muy ligado a nuestro artículo pasado. Los individuos a quienes Jesús se dirigirá no sólo le llaman “Señor, Señor”, sino que afirman haber profetizado, hecho milagros y haber expulsado demonios en Su nombre, lo cual nos demuestra que es posible que alguien pretenda hacer prodigios en el nombre de Jesús y no esté siendo usado por Él en verdad.
Muchos falsos profetas hacen grandes campañas y movilizan multitudes afirmando que cuentan con el poder del Señor para hacer milagros y algunas personas aparentemente son sanadas y libertadas de demonios, lo cual hace que muchos hermanos se confundan y bajen sus defensas ante los lobos porque han olvidado que las “obras extraordinarias” no son las que determinan que estén ante un verdadero siervo de Dios.
Este versículo también denota que estos individuos están confiando en sus obras prodigiosas como la garantía de que tienen entrada al Reino de los Cielos y si bien es cierto que una de las evidencias de una fe verdadera son las obras, no dependemos de ellas para nuestra salvación sino únicamente de Cristo, nuestro Salvador, quien vivió una vida perfecta en nuestro lugar para que pudiéramos tener una morada junto a Él. No merecemos nada del Señor, todo lo que somos y tenemos es por Su pura gracia y es nuestra gratitud, amor y devoción por nuestro Salvador lo que nos hace tener obras congruentes con la fe que hemos puesto en Él.
- El Señor conoce a los Suyos (v.23)
Como hemos visto, cuando somos verdaderas siervas de Cristo nuestra vida se caracterizará por el sometimiento a la voluntad del Padre, por escuchar, obedecer y seguir su voz.
Me encanta cómo podemos ver esto ilustrado en el evangelio de Juan capítulo 10, versículos 26 al 29 (LBLA): “26 Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; 28 y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre.” Aquí Jesús está hablando a los judíos que cuestionaban si Él era el Cristo o no, aun teniendo evidencia de que en verdad lo era, pero Jesús les dice que no habían creído en Él porque no eran Sus ovejas, porque Sus ovejas escuchan Su voz y Él las conoce.
Los individuos de quienes habla Mateo 7:21-23 no son ignorantes de las Escrituras, sin embargo, aun estando expuestos a la Palabra han desobedecido deliberadamente la voluntad de Dios, Él les llama “hacedores de maldad” y les declara la contundente frase “nunca los conocí, apártense de mí…”
Quienes somos ovejas del Buen Pastor somos conocidas por Él, nos ha dado vida eterna y la garantía de que jamás seremos arrebatadas de Sus amorosas manos, somos Suyas y estamos seguras en Su perfecto cuidado sobre nuestras almas.
¿Tienes tú esta seguridad? Dios nos ayude a cada día ser un reflejo del Señorío de Cristo en nuestras vidas, para la gloria de Su nombre.
Tremendo! Dios la siga usando para remover vendas y escama de los ojos, palabras tan certeras son las que DIOS pone en esta Pagina. Dios le Bendiga.
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