
Hoy seguimos la aventura a lo largo del Sermón del monte, con el tema del enojo. Mientras medito en esto, me llega a la mente que es uno de los pecados que casi nadie quiere admitir, el orgullo nos ciega y lo pasamos por alto, incluso lo clasificamos como un ¨pecado leve¨ o ¨fácil de ocultar¨.
Confieso que en el pasado tenía grandes tentaciones con el enojo y llegué a caer una y otra vez. Incluso me justificaba en mi tipo de temperamento colérico y en que las personas son las que me provocan y que deben de comportarse de tal manera para no sacar a la luz mi lado enfurecido. Incluso mis amigos me decían que mi forma de ser giraba en torno al enojo. ¡Qué vergüenza!
Luego de la obra de gracia de Dios en mi vida y más profundidad intencional en la Palabra, hoy día puedo decir que la diferencia es del cielo a la tierra. No significa que he dejado de enojarme, pero me duele cada vez que me dejo llevar y suelo analizar el por qué caí, así como ir en arrepentimiento en oración.
No recuerdo si leí este pasaje que veremos específicamente cuando trataba de combatir este problema de mi corazón, pero cada vez que lo leo siento palmadas de disciplina y me reenfoca la mirada en lo eterno. Esto puede hacer contigo también.
Mateo 5:21-26 LBLA
21 Habéis oído que se dijo a los antepasados: “No mataras” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte.” 22 Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Raca” a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será reo del infierno de fuego. 23 Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25 Reconcíliate pronto con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Veamos verso por verso.
En los 2 primeros versículos Jesús está aclarando más allá del significado literal de la ley (dígase los diez mandamientos, y las leyes del pueblo descritas en el antiguo testamento), que dicho sea de paso, para los líderes religiosos de la época era totalmente sagrado, y por lo tanto modificarlos o desobedecerlos era grave.
En primera instancia se revela la autoridad de Hijo de Dios que posee Jesús, ya que da la interpretación de dicha ley El mismo y lo comparte a quienes le escuchan: Que delante de Dios tanto un homicida como una persona enojada le deshonra y quien lo lleva a cabo es digno de que lo juzguen en el consejo de mayor autoridad entre los judíos, donde se tratan casos de gravedad por parte de los sacerdotes y ancianos.
Comienza a describir como la primera manifestación del enojo son las palabras y quienes comienzan a denigrar al prójimo y toman el momento como excusa para ridiculizarle, insultarle y ser hostil, arderán en el infierno si siguen con esa conducta.
Luego, Jesús tras exponer la mala noticia de nuestra condición pecaminosa y consecuencias (primera parte en negrita), en el verso 23-26 viene la esperanza, la forma de combatir este pecado y arrancarlo de raíz. Puede resumirse en: dejar a un lado todo el peso de amargura, resentimiento e ira y buscar la paz, valorar el interior que Dios ve, que las obras externas que podamos hacer en Su nombre, como en el caso de las ofrendas. Pedir perdón, humillarse aún no se tenga la razón, renunciar a nuestro orgullo y obedecer al Señor por encima de nuestros deseos egoístas y visión limitada es parte de buscar la reconciliación.
Se oye tan fácil, pero qué difícil se nos hace cuando nos pasa. Quisiera por ello compartirles también otros pasajes que resaltan y validan esta enseñanza de Jesús, escrita muchos años después de la muerte y resurrección:
Santiago 1:18-21 NTV
Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer de nuevo por medio de la palabra de verdad que nos dio y, de toda la creación, nosotros llegamos a ser su valiosa posesión. Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse. El enojo humano no produce la rectitud que Dios desea. Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma.
Efesios 4:26-27 NTV
Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, porque el enojo da lugar al diablo.
Romanos 12: 16-21 NTV
Vivan en armonía unos con otros. No sean tan orgullosos como para no disfrutar de la compañía de la gente común. ¡Y no piensen que lo saben todo! Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras:
«Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen» dice el Señor. En cambio, «Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer. Si tienen sed, dales de beber. Al hacer eso, amontonarás carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza». No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien.
En cada uno de estos pasajes, refleja en diferentes formas como nosotros mismos queremos hacer el papel de Dios, y tomar venganza, ser malos intencionalmente contra el prójimo porque no ha cumplido con nuestros estándares, haciendo una bola de nieve mayor hasta cometer acciones peores, como guardar ese odio y simplemente hacer sentir miserable a otro en cualquier forma posible.
Nuestra meta debe ser escuchar la Palabra de verdad sembrada en nuestros corazones, y en vez de proferir por nuestros labios lo que ha formado nuestro corazón pecaminoso, aceptar la invitación del Señor que por medio Jesús buscó la reconciliación contra quienes hacían lo que estuviera a su alcance para hacerle sentir miserable, el no merecía recibir el peso de la justa ira de Dios, pero aun así se entregó en sacrificio y obedeció al Padre, quien le dio la recompensa eterna.
La próxima vez que sientas ira con quien sea y por cualquier situación, considera estas preguntas:
¿Reconozco cuando estoy enojada?
¿Quiénes somos para tomar venganza o estar airadas?
¿Refleja a Cristo lo que hago tras enojarme?
¿Hacemos mal por mal o tomamos esta oportunidad para hacer el bien al prójimo?
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