
Si has leído los artículos anteriores de estas últimas semanas te pudiste dar cuenta que hemos estado hablando de la esencia del Evangelio. Dios hecho hombre murió como un criminal para pagar por los pecados de todos y esto logró que fuéramos perdonados, redimidos, justificados y reconciliados. De esto último hablaremos en esta entrega.
Nosotros los seres humanos fuimos creados por Dios, quien es amoroso, misericordioso, bueno, justo, santo, sabio y eterno. Al crearnos, Dios nos puso en una posición superior, por así decirlo, porque somos portadores de Su imagen y al mismo tiempo, siendo Dios creador, magnifico, majestuoso, poderoso y admirable, nos ofrece, nos da, nos regala de toda Su plenitud y que al mismo tiempo quiso tener una relación personal con nosotros para que nuestra alma encuentre solo en Él satisfacción de manera plena y permanente. Pero el ser humano, aun sabiendo esto, no tuvo ni tiene una actitud de admiración y adoración a Él. Desde nuestros primeros padres el hombre ha desobedecido a Dios y eso trajo como consecuencia una separación: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”. Isaías 59:2.
¿Ves el problema aquí? Es como dos amigos que en algún momento uno ofende al otro y esto crea una división hasta llegar al punto de apartarse o de que la relación se rompa para siempre. Solo si se tiene la intención de resolver las diferencias y querer restaurar la amistad, entonces se da lo que es la reconciliación. Eso mismo pasó con el Señor y nosotros, según el versículo que leímos en Isaías, hemos sido lo que hemos ofendido. Al mismo tiempo no podíamos hacer nada para lograr una reconciliación con Él, de hecho, muchos de nosotros no queríamos hacerlo porque amamos más la forma en la que estamos actuando con respecto a Dios que como ya Él lo ha definido. La biblia dice claramente que éramos enemigos de Dios y que Cristo tuvo que morir para reconciliarnos con Él.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Romanos 5:10. Al Cristo morir en la Cruz logró satisfacer las demandas de Dios por nosotros haber infringido su ley. Cristo propició nuestros pecados y ahora somos perdonados por Dios. Él no toma en cuenta la ofensa trayendo como resultado que nuestra relación de enemistad cambia a una relación de amistad con Él (2 Corintios 5:19). La reconciliación es un acto que comenzó en la mente de Dios y Él fue quien lo ejecuto por Su propia voluntad. Nosotros no hicimos nada para lograrla. Dijo alguien: “Dios se movió hacia nosotros con amor e incluso con sacrificio a través de Cristo. Él tomó su propia ira justa contra nuestra ira por la muerte expiatoria de su Hijo como nuestro Sustituto”. Nosotros no la merecíamos ni mucho menos nos la ganamos, todos los méritos son para Él. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, 2da Corintios 5:18. Ahora bien, para poder recibir el regalo de la reconciliación debimos responder con fe al llamado de nuestro Señor de arrepentirnos de nuestros pecados.
En nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! 2da Corintios 5:20 b.
Que gozo produce saber que el acceso que no teníamos para llegar al Padre, Cristo lo logró por medio de su muerte en la cruz. ¿Recuerdas que ese día de su muerte el velo que estaba en el templo que separaba el lugar santo del lugar santísimo se rasgó en dos? (Mateo 27:50-51). Su sacrificio nos dio acceso directo a Él y sin intermediarios, podemos ir confiadamente ante Su presencia.
Medita en esto y proclama con total libertad que:
- Ahora somos amigas de Dios, Juan 15:15.
- Ya no estamos en guerra con Dios, tenemos paz para con Él, Romanos 5:1.
- Podemos predicar para que otros sean reconciliados con Dios también, 2da Corintios 5:18.
- Puedes ir a tu Padre con total confianza y libertad, Hebreos 4:16.
Cantemos juntos y adoremos al Señor.
Un comentario sobre “Cristo nuestra Reconciliación”