
Muchas veces he escuchado mensajes cristianos donde se le dice al oyente que no se preocupe de quien le está atacando, que Dios peleará por él o ella. Es muy común este tipo de prédicas en nuestros días. Un mensaje que siempre incita a ver al enemigo o a quien nos ha agraviado como alguien por quien se debe orar pero por venganza. No digo que no haya entre nosotras heridas muy fuertes ocasionadas por alguien que nos haya hecho daño, pero no creo que debamos ver las cosas tan lúgubres.
Esos mensajes dan la idea de: “no te preocupes, Dios te va a vengar, a ti ¡una hija de Dios!”. Y es verdad que somos hijas y que Dios dice que de Él es la venganza pero siempre esos mensajes van cargados de tanto orgullo y egocentrismo. El agraviado se hace la victima hasta el extremo, pero en el fondo es el resultado del dolor porque a mi YO le hicieron daño.
Quiero preguntarte, ¿escuchas a tu corazón decirte que perdones pero que no olvides cuando alguien comete una ofensa o te ha hecho algún daño? ¿Tus sentimientos heridos te gobiernan de tal manera que dejas crecer raíz de amargura en tu corazón que no te deja perdonar? ¿Crees que no se debe perdonar cuando la ofensa es muy grande?
Vamos a ver que dice la Palabra de Dios con respecto a esto:
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. Mateo 5:43-48
Estos versículos que acabamos de leer debemos colocarlo en su contexto para entender de manera clara y precisa la enseñanza que hay en ellos. Es bueno profundizar para no quedarnos en la superficialidad y así cuando enfrentemos situaciones como esta, y que nos va a pasar en este mundo caído, podamos accionar de una manera saludable, correcta y piadosa.
Estos versos están dentro del Sermón del Monte, el más famoso mensaje del Señor. Jesús vino a establecer Su reino y todos sus seguidores o discípulos debían saber cómo El espera que vivan una vez pertenezcamos a dicho reino. En ese sermón se evidencia claramente que El no vino a poner reglas sino a transformarnos de manera interna para que esto sea evidente en nuestro estilo de vida.
Comenzando desde el versículo 17 de este capítulo 5, Jesús aclara que El no eliminaría la Ley de Dios dada en el Antiguo Testamento, sino que al contrario el vino a cumplirla. Contrario a los Escribas y Fariseos que la habían tergiversado y que por mucho tiempo dieron una mala interpretación de ella, en este sermón el Señor atacó de manera directa la forma injusta como regían sus vidas, aunque se autoproclamaban justos.
El mostró en esos versos del 21 al 48 como realmente deben aplicarse los principios expresados en la Ley, en este caso el amor hacia los demás. Es por esta razón que Jesús dice al comienzo: oíste que fue dicho (v.43). En esta parte la mala interpretación ha sido: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Sin embargo, si leemos versículos del Antiguo testamento esto no fue así, la enseñanza era la misma (Éxodo 23: 4-5; Levítico 19:17-18). El ser humano siempre tuerce las Escrituras para su propio provecho. Pero Jesús dice, esa manera no es la manera como lo hace un ciudadano de mi reino.
En la parte que continúa, Jesús nos dice como es la forma correcta y que debemos hacer con aquel que nos ha hecho daño: ¡amarlo! Esto significa hacerle bien, un amor activo, práctico, con hechos (v.44). Esto es algo intencional donde debemos poner nuestras emociones a un lado y obedecer el mandato.
En el momento que viene el sentimiento de querer tomar represalias debo pensar en mi misma, pensar como Dios me ha tratado. Si recuerdas, la Biblia dice que nosotros siendo enemigos de Dios, él nos reconcilió consigo mismo. Él ha procurado nuestro bien, nosotras debemos hacer lo mismo (Salmo 103:10). Aparte de que muchas veces esas personas que nos hacen mal no tienen al Señor en su vida y en cierta forma los justifica porque son arrastrados por su pecado, no tienen nada que los controle para no hacer mal. Cuando hacemos esto, sencillamente estamos actuando como El, que es nuestro Padre y de hecho reflejamos y manifestamos al mundo Su carácter (Mateo 5:45,48).
Aquí lo que estamos viendo hermanas es que el estándar del reino de Dios es muy alto, es único, es santo. Es lo que los Escribas y Fariseos no veían, es lo que el mundo o nuestra cultura no puede hacer. Al hacer esto estamos mostrando que somos diferentes (v.46-47) y que es algo sobrenatural que ha pasado en nuestro ser, que es una obra poderosa en nuestro corazón a través del Espíritu Santo, no es en tus fuerzas.
Si alguien te ha hecho daño, recuerda:
- Bendícelo y no lo maldigas (Lucas 6:28)
- Perdónalo (Efesios 4:32)
- Hazle el bien, de hecho el mal se vence así (Romanos 12:21)
- Ten cuidado de tus palabras (Santiago 3)
- No te alegres si lo ves mal (Proverbios 24: 17-18)
- Ayúdale si lo necesita (Proverbios 25:21-22)
- Ora por esa persona (Mateo 5:44)
- Ora por ti misma para que tu corazón siga siendo transformado al carácter de tu Señor (Colosenses 1:9-10)
- No olvides que el amor de Dios ha sido derramado en tu corazón, así que puedes amarlo (Romanos 5:5)
Cuando fuimos conquistadas por el amor de Cristo, no fue un mero sentimiento, fue todo un acontecimiento donde pudimos ver nuestro corazón, nuestra maldad y egoísmo y de lo que somos y fuimos capaces de hacer fuera de Él. Fuimos conquistadas por su santidad, por su carácter amoroso, piadoso, misericordioso. Queremos ser así, anhelamos llegar a ser como El, y todos los días estamos siendo moldeadas para llegar a la estatura de un varón perfecto. Amar a nuestros enemigos, es simplemente amarles como Jesús lo hace, es simplemente amarles como Él lo hizo con nosotras.