
El siglo XIX fue una época muy convulsionada para la historia de los Estados Unidos. Esta era una nación de fundamentos cristianos, pero con el pasar de los años estaba experimentando grietas en el código moral con el que vivía la gente. La filosofía, los medios, el pensamiento político, e incluso la teología liberal cambió la manera en como la gente pensaba. A principios del siglo pasado la moda tomó un giro enorme al comunicar una especie de liberación carnal en la manera en la que las mujeres debían y podían vestirse.
Ya no sólo se trataba del traje de baño; ahora la lucha de la liberación del cuerpo se había incluido en la moda general para vestir día a día.
Y éste no era un fenómeno nuevo. Los grandes predicadores como John Owen y Thomas Brooks habían denunciado la declinación moral en que se encontraba Inglaterra en un período anterior al de los Estados Unidos y condenaban categóricamente la influencia corrupta de la moda europea. En sus palabras:
“Recientemente se ha agregado vanidad al vestido, con modas y prendas insensatas, frívolas y lascivas, y un atrevimiento inmodesto en las conversaciones entre hombres y mujeres. Estas corrupciones se han tomado prestadas de la nación vecina y han suscitado fruto abundante de vanidad y orgullo. Y es prueba manifiesta de un pueblo degenerado, puesto que tiende a naturalizar entre su gente los vicios de otras naciones” (La naturaleza y las Causas de la Apostasía, pág. 53).
No hay duda de que hemos adoptado los mismos vicios y corrupciones de nuestros países vecinos también. Vivimos en una sociedad occidental que promueve con todas las fuerzas y recursos la desnudez pública como la norma a seguir y no como una excepción a la regla. Y aunque ciertamente estamos viviendo en una sociedad cada vez más liberal; nosotras como cristianas estamos llamadas a reflejar a Cristo con nuestras vidas, acciones y forma de vestir.
Glorifica a Dios con tu vestimenta
El amor a Cristo y la gloria a Dios deben ser el motivo principal de todo lo que hacemos o decimos, y eso incluye la ropa que nos ponemos en todos los eventos a los que asistimos, en todos.
Como chicas estamos constantemente bombardeadas por estas grandes cadenas y promotoras de la moda contemporánea. Y lamentablemente, muchas en nuestras iglesias han caído en la trampa de la desnudez contemporánea. Ya no es un tema de desnudez en las playas, ahora es desnudez en las bodas, celebraciones, graduaciones, centros comerciales y hasta en iglesias.
Necesitamos con urgencia apercibirnos de que hay piezas de ropa que tienen la función de cubrir, pero en realidad no cubren mucho. Por otro lado, necesitamos apercibirnos también de las intenciones de nuestro corazón a la hora de vestir. ¿Por qué vestimos en la forma que lo hacemos cuando asistimos a algún evento? ¿Cuándo descubres tus hombros, te maquillas y te vistes, que buscas?
- ¿Buscas honrar a Dios?
- ¿Buscas que el evangelio de una buena impresión?
- ¿Buscas embellecer la religión para que los pecadores se enamoren de nuestra salvación?
Si cuando te vistes no puedes responder a estas preguntas, muy probablemente estás buscando satisfacer las concupiscencias de tu corazón y no glorificar a Dios.
La libertad al vestir es un clásico grito de las feministas cuando proclaman: “Es mi cuerpo, y voy a hacer con él lo que quiera”. Este pensamiento está metido en la mente y corazón de muchos creyentes en nuestras iglesias; por eso, también el grito de los evangélicos hoy en día es: “Es mi libertad, y voy a hacer con ella lo que quiera”. Sin embargo, las Escrituras afirman algo muy distinto:
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:19-20, LBLA
El mensaje de Pablo en esta carta a los Corintos no necesita mucha exegesis y de forma contundente responde a este erróneo concepto de libertad:
“Si eres cristiana, no eres tuyo, no te perteneces. Todo tu ser, cuerpo y alma, son propiedad adquirida por Cristo en la cruz. Tu cuerpo le pertenece.”
Por lo tanto, debemos tener cuidado como adornamos esa propiedad comprada por Cristo con Su sangre.
El retorno a la modestia cristiana
La modestia es un componente del carácter cristiano y nuestra vestimenta debe “profesar” lo mismo que nosotras.
¿Acaso puede uno creer que la mujer debe vestirse con modestia en la presencia de Dios y de los hombres para asistir al culto y luego ataviarse con orgullo y sensualidad fuera de las reuniones de la iglesia?
Es probable que algunas, al leer esto, piensen: “Pero esto es legalismo”. Sin embargo no lo es, porque llamar a los hijos de Dios a vivir una vida conforme a las Escrituras, nunca es legalismo. La modestia es un mandato bíblico, ya lo vimos en 1 Corintios; por lo tanto, es la orientación de tú corazón lo que determinará si realmente has sido transformada por el Espíritu Santo o no.