
En la familia todos los miembros se interrelacionan y aman entre sí y cada relación tiene su lugar e importancia, pero la única persona con la que Dios dice que eres una sola carne es con tu esposo.
En nuestra cultura, lamentablemente se enseña que “los hijos son de la mujer” y que deben ser su prioridad, esto tristemente porque muchos hombres también han descuidado su rol como esposos y padres incurriendo en el pecado de adulterio, teniendo hijos fuera del matrimonio o dejando toda la carga del hogar y de la crianza de los hijos sobre la mujer y a través del tiempo esto ha creado la mentalidad de que no son dignos de confianza y por eso las mujeres deben volcar toda su vida y energías hacia sus hijos, quienes sí están seguras que “son de ellas”.
Muchas mujeres, aún en nuestras iglesias, crecen con este tipo de mentalidad y patrones porque los aprendieron en sus hogares y asumen esta postura de manera automática cuando se casan y tienen hijos, sin embargo en el Señor las cosas no funcionan de esta manera.
Podemos ver en la Palabra de Dios que desde el libro de Génesis es establecido el diseño del matrimonio, cuando dice en el capítulo 2 versículo 24: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” También, si meditamos en la creación del hombre vemos que cuando Dios creó una compañera para Adán no le creó una madre sino a Eva, su mujer, así que Dios desde el principio puso las cosas en Su orden y lo hizo de manera intencional, primero creó una pareja de esposos que luego se convertirían en padres. Todo lo que Dios creó lo hizo con un propósito y en un orden que no fue accidental, por esto desde el principio estableció a la mujer como compañera del hombre y su ayuda idónea, pues le complementa de manera perfecta para el cumplimiento de Sus propósitos.
Escuché a Nancy Leigh DeMoss decir:
“Primero eres esposa y después madre. He visto esposas poner a sus hijos sobre sus esposos, en términos de sus prioridades, y terminar con los hijos fuera del nido… y sin matrimonio.”
Esto es totalmente cierto, si pones a tus hijos por encima de tu esposo, eventualmente tendrás un matrimonio destruido, aunque permanezcan casados.
Tus hijos no son tuyos, en primer lugar son del Señor, fue Él quien te los dio como herencia (Salmos 127:3) y no sólo a ti, también a tu esposo y sin él no los tendrías. No es justo ni correcto que una vez lleguen todo tu tiempo y amor se vuelquen en ellos, poniendo a un lado las necesidades de compañerismo y afecto de tu esposo.
Los tiempos para compartir en familia son muy necesarios, pero también es indispensable pasar tiempo con tu esposo SIN sus hijos. Algunas parejas terminan siendo dos perfectos extraños cuando sus hijos se van, porque toda su relación gira alrededor de ellos. Es muy importante para los esposos invertir tiempo en su relación, compartir intereses, tener espacios para conversar a solas, abrir sus corazones el uno al otro y cultivar el romance. Para todo esto se debe ser intencional, no ocurrirá si dejan que sus agendas corran con el día a día, deben ponerse de acuerdo en apartar días específicos para compartir y ser celosos con esto.
Recuerda que tus hijos son los principales beneficiados con que tú y tu esposo inviertan tiempo en su relación. Que ustedes tengan una relación en la que se respetan, se aman y se dan prioridad el uno al otro les da seguridad, pero más importante, les enseña y modela cómo debe ser un matrimonio a la luz de la Biblia. Es responsabilidad de ustedes ser un reflejo ante sus hijos de lo que es la relación de Cristo y Su Iglesia (Efesios 5:22-33).
Dios te bediga grandemente. keila
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Así es, no pudo estar mejor escrito
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