La crianza de los hijos 

Una gran encomienda a los padres de hoy

Si estás leyendo este articulo y no eres casada aun, sigue siendo trascendental que recibas estas enseñanzas al respecto, bajo la Palabra. Y, si eres casada, teniendo hijos o no, quiero que juntas entendamos la gran encomienda, valor e influencia que debemos tener en nuestros hijos.

Definimos la crianza como el acto de cuidar, alimentar y educar a un ser vivo. Dicha tarea recae sobre sus procreadores, quienes son llamado padres y que desarrollan al infante durante los primeros años de su vida. La crianza de los niños implica brindarles el soporte material y afectivo adecuado para que puedan desarrollarse integralmente. Los niños necesitan un acompañamiento de los padres para subsistir en su edad temprana y llegar a la madurez de forma saludable y plena. En la crianza también converge, se quiera o no, la interacción de la sociedad en general.

Según la psicología, existen tres principales estilos de crianza:

  • Autoritario. Padres que valoran la obediencia y el control.
  • Permisivo. Padres que valoran la autorregulación y autoexpresión de los propios hijos.
  • Democrático. Padres que respetan la individualidad del niño y enfatizan los valores sociales.

Actualmente, se denota un estilo de padres bastante permisivos, lo cual ha resultado en una gran decadencia social, niños que no conocen límites ni consecuencias. Para nosotras lo relevante aquí es ¿qué nos enseña el Señor al respecto? Veamos este estilo:

Cría de acuerdo a los estándares del Señor. Estos son padres que valoran los principios espiritualmente adecuados para la correcta orientación de los hijos a los caminos de Dios y la eternidad. Estos padres no están sometidos a reglas o estilos culturales, sino a la veracidad de la Palabra del Señor y, por ende, han de surgir como adultos responsables y espiritualmente sanos y maduros, que caminan con Dios, le aman y sirven; lo que también resulta en ciudadanos responsables/respetuosos, que promueven y defienden valores absolutos y hacen lo mismo por las próximas generaciones.

Entonces, ¿qué ha pasado con los padres de las últimas décadas, donde vemos niños más enojados e irritables, jóvenes andando lejos de Dios y donde es muy común ver familias y hogares llenos de conflicto y tensión, donde hay padres estresados por la paternidad/maternidad, abrumados por las presiones sociales y las exigencias de la cultura de estos tiempos?

Lamentablemente, nos hemos alejado del Señor, como consecuencia;

  • hemos dejado que la escuela crie a nuestros hijos,
  • hemos dejado que la televisión crie a nuestros hijos,
  • hemos dejado que la cultura defina a nuestros hijos,
  • hemos dejado que la tecnología juegue con la mente de nuestros hijos,
  • hemos dejado que otras personas eduquen a nuestros hijos,
  • hemos trabajado duro fuera del hogar para darle “mejor calidad de vida a nuestros hijos”,
  • hemos renunciado a ser madres de tiempo completo por nuestro éxito laboral,
  • hemos renunciado a ser padres apegados y celosos del cuidado de nuestros hijos,
  • hemos dejado que la sociedad nos enseñe cómo criar a nuestros hijos,
  • hemos fomentado la creación de hogares disfuncionales,
  • hemos fomentado valores como la banalidad, el éxito material y el orgullo en nuestros hijos,
  • hemos dejado de enseñar la Palabra de Dios a nuestros hijos,
  • hemos dejado de ser un modelo dentro del hogar,
  • hemos dejado de orar con y por los hijos,
  • hemos tomado a la ligera nuestras responsabilidades con ellos,
  • hemos dejado que sea el mundo que influencie a nuestros hijos, y no las cosas del Señor.

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Nos urge crear un ambiente espiritual propicio para el crecimiento integral de nuestros hijos, fundamentado en el amor por Dios y lo de Él. Y, aquí entra el corazón de la mujer que habla en Tito 2:4. Es muy apropiado regresar a los cimientos de las Escrituras, nos conviene someternos a Dios. Por ende, debemos asumir el compromiso de:

  1. Ser un ejemplo para los hijos. Los niños no hacen lo que tú dices, hacen lo que tú haces. Modélales una vida centrada en Dios, que todo alrededor de ti honre al Señor. (1 Corintios 11:1)
  2. Enseñar de manera intencional. Pasar tiempo de calidad con ellos, orando juntos, aprendiendo la Palabra juntos, desarrollando una relación en base a la confianza y consejo fomentará una cosmovisión cristiana correcta, basada en principios y valores espirituales. (2 Timoteo 2:2)
  3. Estar muy atentos. Los niños están expuestos a todo tipo de cosas, Velar fielmente cada detalle en lo que se involucran hará una grandísima diferencia, aunque esto pueda resultar abrumador a veces. (2 Pedro 1:10)
  4. Establecer normas en el hogar. Es muy importante corregir a tiempo, establecer reglas, limites, nos ayudara a tener el liderazgo marcado sobre ellos mientras van creciendo. Desde pequeños se les enseña por qué sí y por qué no hacemos esto o aquello. (Tito 2:4)
  5. Involucrarlos en lo de Dios. Desde cualquier rubro profesional se puede honrar a Dios, sin embargo, pocos padres cristianos, principalmente en Latinoamérica, fomentan que los hijos puedan dedicarse por ejemplo a ser misioneros, o a desarrollar una carrera ministerial que ensanche el reino de Dios y cumplir la comisión de Mateo 28:19.

Es muy penoso ver a nuestro alrededor como la niñez, la adolescencia y la juventud se hunde en el libertinaje, vagando sin ningún temor por Dios, en una sociedad podrida, corrompida y distorsionada de su propósito. Es menester levantarnos a favor de retornar los senderos de la Palabra, ejerciendo nuestro rol de madre con abnegación por el amor de Cristo. Tomarnos bien en serio el ser madre. Regresémonos, volvamos a nuestro origen, criemos con apego, con responsabilidad, con entusiasmo y con gozo.

 

 

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