
En entregas anteriores aprendimos acerca de los capítulos 1 al 3 del libro de Efesios. Si te fijaste muy bien, en estos capítulos vimos el fundamento doctrinal de nuestra fe. Aprendimos sobre nuestra posición en Cristo, es decir, de nuestra identidad, de todo lo que tenemos en Él y lo privilegiados que somos al recibir todas sus bendiciones espirituales. Los siguientes 3 capítulos que vamos a estudiar, ahora el Señor nos enseña a poner en práctica dichos fundamentos. En otras palabras, nosotros debemos entender y saber lo que somos en Cristo para luego llevar a la práctica eso que sabemos.
¡Te invito a continuar leyendo y estudiando los capítulos del 4 al 6 para así ver cuál debe ser nuestra conducta, nuestras prioridades y como debe ser nuestro carácter ahora que estamos en Cristo!
Con la ayuda de materiales de estudios bíblicos hemos querido bosquejar estos últimos capítulos para una mayor comprensión de las enseñanzas que el Espíritu Santo nos ha estado guiando. Desde el capítulo 4:1 hasta el capítulo 5:21 es una sola sección y esta comienza enseñándonos la diferencia marcada de nosotros los cristianos al resto de la humanidad. Hay una transformación, hemos sido traídas de la muerte a la vida. Hemos nacido de nuevo, hoy tenemos nuevas perspectivas, anhelos, metas, propósitos diferentes a los que teníamos antes (Efesios 4:1). En la vida cristiana hay actitudes que nos diferencian y nos caracterizan y las estaremos viendo más adelante y en los próximos artículos:
-
Nosotras debemos vivir en armonía con nuestros hermanos en la fe.
Y para lograr esto, hay una palabra que es muy importante y que resalta en estos versículos: La Unidad. Debemos como cristianas desear y al mismo tiempo procurar, poner todo nuestro empeño, esfuerzo e intencionalidad para fomentarla y preservarla en nuestra comunidad de fe. Nosotras al relacionarnos con los demás hermanos estamos dando al mundo el mensaje y la enseñanza que Cristo dijo en Juan 17:21.
Un mundo dividido por tantas cosas, necesita ejemplo de unidad y es la iglesia que está llamada a hacerlo. Tenemos cosas en común, que compartimos como pueblo de Dios y que son las que realmente nos mantendrán unidos por toda la eternidad y por sobre todo son las que importan: un cuerpo, un Espíritu, una misma esperanza un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. No importa el grupo étnico, ni el color, ni la cultura, si estamos en Cristo. Recuerda hermana, que Cristo murió por esa unidad.
Entiendo que, si el Señor inspiró a Pablo a escribir esto, es porque ella puede ser destruida o sutilmente afectada. Según estos pasajes la unidad se logra con virtudes que vienen dadas por el Espíritu Santo y que todo creyente debe procurar, cultivar y poner en práctica:
Humildad: vivir con la conciencia clara de quienes somos delante del Señor. No tener un alto concepto de mí misma. Pensemos por un momento ¿Dónde estaríamos sino fuera por Su gracia? La Biblia dice que los ciudadanos del reino son los pobres en espíritu. Cuando seamos tratadas con injusticia recordemos siempre esta verdad. (Mateo 5:3)
La mansedumbre: no es sinónimo de timidez ni de debilidad. Una persona mansa es aquella que no pierde el control ante circunstancias difíciles, sino que es una persona que sabe controlarse al momento del problema o al momento de enfrentar o confrontar a aquel que lo ha agraviado. Dios nos ayude a cultivar la mansedumbre (Mateo 11:29).
La paciencia: es tolerar cuando nos hacen daño sin querer vengarnos. No debemos pagar mal por mal y en cuanto dependa de ti y de mi debemos estar en paz con los demás. (Romanos 12:17-18).
No estamos solas en esto que se nos ha encomendado pues es Dios que nos ayuda a guardar la unidad del Espíritu dándonos sus dones y talentos para lograrla aun en la diversidad. Paradójicamente en la diversidad hay unidad, porque como en el cuerpo humano, cada miembro se necesita, no puede estar solo, hay una armonía que se da para funcionar bien.
Mis dones benefician a mi hermano en la fe y me fueron dados de manera soberana por Dios. Por eso no debemos envidiar el don de otro ni mucho menos ver el de otro menor (1 Co. 7:7). Y lo más increíble en destacar aquí es que Cristo fue que conquisto esos dones para la Iglesia. Fue Cristo que venció en la Cruz sobre Satanás y todos los que éramos cautivos del enemigo de nuestras almas, fuimos liberados por Cristo y ahora somos cautivos de Él. Y todo el botín nos fue dado para la gloria de Su nombre y hacer Su obra. Y para poder hacerlo nos fue regalado los pastores, maestros, evangelistas para que seamos enseñadas y guiadas.
Hermanas, el fin de todo esto es que lleguemos a la estatura de Cristo, a un varón perfecto. Debemos crecer en nuestra relación con Cristo porque esto beneficia a los demás, no tan solo a mí. Por eso debemos procurar el estudio serio de la Biblia y exponernos a nuestros maestros para tener una doctrina sólida y no ser movidas o zarandeadas en medio de la tormenta de este sistema de maldad o de falsas doctrinas.
Debemos procurar crecer en la verdad porque el error doctrinal divide. Ahora bien, el amor es el hermano de la verdad. Hoy está de moda querer saber mucho y defender lo que creemos, pero sin amor. Esto no procede pues la misericordia y la compasión se verán ausente en nuestro vivir y no seremos efectivas en mostrar a Cristo.
En Conclusión, fomentar la unidad parece difícil en un mundo que estimula a la división. Pero Cristo nos manda a estar unidas con otros para que al recibir de Él lo que necesitamos, podamos darlo a otros.
En próximas entregas estaremos hablando de los demás versículos de Efesios capítulos 4 y 5. Mientras tanto te invito a orar para que Dios nos ayude a vivir como cristianos en este mundo. Que nos ayude a relacionarnos con nuestros hermanos en la fe, en la iglesia. Que seamos cautivadas por el amor de Cristo, para poder amar a los demás dando y poniendo al servicio de ellos nuestros dones.
3 comentarios sobre “Nuestro Andar en Cristo (1ra parte)”