Con los Ojos en el Cielo

En esta oportunidad quisiera que dentro de nuestra sección En Su Palabra estemos meditando en el capítulo 3 del libro de Colosenses. Antes debo mencionar algunos aspectos del contexto general del libro para que podamos entenderlo mejor.

Hemos añadido esta nueva sección porque también deseamos que crezcas en el conocimiento de la palabra de Dios. Cada ultima semana del mes estaremos compartiendo un pasaje de las escrituras en especifico y sortearemos alguna herramienta que te sera de utilidad en tus estudios devocionales. Síguenos en las redes sociales para que te enteres que tenemos para esta semana.

El libro de Colosenses fue escrito por el apóstol Pablo a la iglesia que estaba en la ciudad de Colosas alrededor del año 62 d. C. y su propósito general era desmentir las falsas enseñanzas que se estaban introduciendo en la iglesia queriendo negar la supremacía de Cristo en la creación y en el plan redentor de Dios para la humanidad. Además en esta carta Pablo subraya cuál es la conducta distintiva de alguien que ha nacido de nuevo y ha muerto a su vieja naturaleza pecaminosa, llamándoles a que vivan de forma que muestren que son una nueva criatura.

Hoy estaremos viendo los versículos 1 al 4 del capítulo 3 de Colosenses y los citaré a continuación:

Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo —quien es la vida de ustedes— sea revelado a todo el mundo, ustedes participarán de toda su gloria. (NTV)

En estos cuatro versículos podemos encontrar muchas enseñanzas valiosas y quisiera destacar algunas de ellas:

Resucitar a una nueva vida implica haber muerto al mundo

Esto no quiere decir que una vez conocemos al Señor y Su Evangelio nos vamos a ir a una montaña a apartarnos de todo porque somos una nueva criatura, pero el nuevo nacimiento trae consigo no amar las cosas del mundo como lo hacen los demás, implica estar enfocados en Dios y Su Palabra. El estar apegado a cosas tales como el dinero, las posesiones materiales, trabajo, metas profesionales, entre otras cosas no es de una nueva naturaleza en Cristo, y repito, no quiere decir que dejaremos de trabajar o estudiar o de tener metas, pero nuestro corazón, nuestro amor, confianza y esperanza no deben estar puestos en nada de este mundo sino solamente en Dios. Mateo 6:31-33 nos habla un poco al respecto diciendo lo siguiente:

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

También resucitar con Cristo implica haber muerto a hábitos pecaminosos y mostrar Su carácter en todas las áreas de nuestra vida, pero estaremos viendo aspectos más detallados sobre esto en los versículos más adelante de este capítulo de los cuales estaremos hablando en el próximo artículo.

Con la nueva vida en Cristo tenemos la promesa de que reinaremos con Él y participaremos de Su gloria

Me gusta también como lo hacen entender las siguientes citas:

2 Timoteo 2:11-12 (RVR1960)

11 Palabra fiel es esta:
Si somos muertos con él, también viviremos con él;

12 Si sufrimos, también reinaremos con él;
Si le negáremos, él también nos negará.

Filipenses 3:20-21 (RVR1960)

20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

El Señor no nos prometió un camino fácil o sin aflicciones en esta tierra, pero sí podemos abrazar con toda confianza la esperanza de que este cuerpo corruptible algún día será transformado, no tendremos que luchar ya más con el pecado y la carne, no habrá ya más dolor, no hemos de sufrir más las injusticias de este mundo pecador sino que podremos vivir eternamente y para siempre junto a nuestro Redentor, quien es Rey de reyes y Señor de señores y nosotros reinaremos con Él.

Estamos en esta tierra para hacer la voluntad de Dios y sólo Él sabe cuándo nos llamará. Lo que en verdad importa es que vivamos cada día con nuestra mira puesta en las cosas eternas, en lo que no perece (Mateo 6:19-21), que demos fruto de una nueva vida y que seamos instrumentos para la gloria de Dios, prosiguiendo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios que es en Cristo Jesús (Filipenses 3:14).

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