¿Estoy siendo Sal?

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿Con qué se hará salada otra vez?…” Mateo 5:13ª

Este verso lo conocemos bien, lo recitamos y nos identificamos, como cristianas somos la “SAL DE LA TIERRA”. Sin embargo, este enunciado tiene más profundidad en el sentido de aplicación práctica del que podemos imaginar. En este tiempo es APREMIANTE que seamos SAL, sal pura, de la que Jesús nos habla. La corrupción de la sal es evidente hoy en día debida a la falta de integridad que es promovida en todas las esferas sociales, pero como hijas de Cristo, es nuestro deber ser portadoras, portavoces y promotoras de la SAL PURA. Demos un vistazo a su historia:

La sal es el condimento más antiguo usado por el hombre. Para el 2700 a.C. en China se usaba la sal para sazonar la comida. El uso más primitivo de la sal es la conservación de los alimentos, por lo cual en la antigüedad se trataba de un producto de muchísimo valor. Incluso, se le llegó a llamar “oro blanco”. De sal proviene la palabra salario, (del latín salarium) porque a los soldados de la antigua Roma se les retribuía su trabajo con una porción de sal.  También se dice que la sal tiene por lo menos catorce mil usos benéficos diferentes. De hecho, el cuerpo humano no puede vivir sin sal por sus componentes (cloruro sódico ClNa). Es evidente que el Señor tenía en mente la sal, sobre todo como preservador, al decir que nosotros los cristianos somos la sal de la tierra.

En resumen, estas son las principales características de la sal que identifico a partir de sus usos: Conserva, Provoca sed y Da sabor. Veamos cada una partiendo de nuestra vida espiritual y cotidiana en la aplicación personal de estos principios:

1- Conserva. “Tened sal en vosotros y estad en paz los unos con los otros.” Marcos 9:50b

  • Una evidencia de sal en nuestras vidas es cuando nos mantenemos conservadas, apartadas del pecado y del mal. Es guardar su palabra y extender esa protección al evangelio de Cristo con celo santo, es decir, no para contender sino más bien para enaltecer la verdad y la veracidad de la palabra de Dios y el precioso trabajo que el evangelio de Jesucristo ha hecho en nosotras.
  • Si somos sal, significará que para los que nos rodean, nuestra influencia ayudará a la detención del progreso de lo inmoral o pecaminoso. Colosenses 4:5-6 “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”(Énfasis agregado)

2- Provoca Sed. Hablando metafóricamente, cuando hay suficiente sal en nuestro organismo por la ingesta de alimentos que la contienen, nuestro cuerpo en automático nos demanda tomar agua. En la realidad, cuando en nuestras vidas hay evidencia de Sal, somos influyentes, obra una gracia especial en relación a los que nos rodean, somos fáciles de amar, las personas anhelan estar cerca nuestro, escucharnos hablar y aprender de nosotras.

  • Provocamos sed por Cristo, pues su amor fluye en nosotras, y esto mi amada hermana, es ¡maravilloso! Cuando los caminos del hombre son agradables al Señor,aun a sus enemigos hace que estén en paz con él.” Prov. 16:7

3- Da Sabor.  Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha” 1 Corintios 13:3.
El sabor es la propiedad de determinadas sustancias que se perciben a través del sentido del gusto, del paladar. Dar sabor representa el amor que disponemos para realizar las diferentes tareas de todos los días (1 Corintios 13). Es el empeño por la excelencia, es la tendencia de convertir lo ordinario en extraordinario, pues todo lo debemos hacer para Glorificar a Dios (1 Corintios 10:31b). En todos los roles que desempeñamos cada día; en la casa, en la escuela, en el ministerio, con nuestras amistades; TODO implica que nuestras acciones y nuestras conversaciones dan un sabor a Gloria, dan sabor a Dios. Eso es percibido por nuestro prójimo, y a Dios le complace.

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Según los expertos, la pérdida del sentido del gusto es conocida como Ageusia. A veces, por diversas circunstancias de la vida, perdemos el sentido de ser sal, portamos el trastorno de ageusia, consientes y a veces inconscientemente. No podemos permitirnos vivir deambulando, haciendo las cosas solo por hacerlas, como si carecieran de propósito.

Cada una de manera especial, Dios le ha dado talentos, dones, habilidades, capacidades; le ha dado oportunidades para servir, para amar, para dar. Le ha permitido aprender, crecer y madurar. Le ha bendecido con bendiciones celestes, con galardones eternos. No permitamos que algunas desventuras o malas experiencias nos vuelvan insípidas. Esto nos convierte en la sal que se desvanece – que en el griego original es: “se vuelve necia”.

Si como la sal desvanecida, la que ha descuidado sus características, implicaría perder lo que nos diferencia del mundo y nos hace ser más como él, aun no siendo parte de él. Seguimos siendo sal, pero sin fuerza, sin sabor, sin sus propiedades que la convierten en autentica. No hay nada más descorazonador, vacío e inútil que nuestra esencia llena de sabor, se convierta en insípida. No podemos olvidar que nuestras vidas deben vivirse para Glorificar a Cristo, pues él nos destinó para ser portadoras de su Gloria aquí en la tierra, para mostrarlo a él en nuestras vidas y, debemos honrar este precioso privilegio, asumiendo las características que nos hacen puras, sin alteraciones.

“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición,
Sino de los que tienen fe para la preservación del alma.” Hebreos 10:39

Oremos juntas:

Padre querido, gracias por pensar en mi desde antes de la fundación del mundo, por destinarme a cosas mayores de las que nunca pensé para mí. Gracias por la gracia de poder ser sal en la tierra. Quiero encomendarme a ti para cumplir con este propósito especial de dar sabor a este mundo que es insípido sin ti. Quiero ser imitadora de tu hijo Jesús, siendo pura en esta sociedad corrompida. Permíteme conocerte más y que tu obra resplandezca en mi vida para la Gloria de tu Santo nombre. Ayúdame en mis debilidades, y perfecciónate en ellas cada día de mi vida. Por el favor de tu hijo Jesús, amén.

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