No sé si a ustedes le pasa igual que a mí pero como tiendo a tener una semana muy ajetreada mi habitación pasa la mayor parte del tiempo con unos que otros regueros y cuando llega el fin de semana organizarla es mi misión. Pero cuando tengo problemas, ya sea en el trabajo, en la iglesia, en mi relación de noviazgo, con mi mejor amiga o simplemente un choque de emociones tengo la necesidad de que todo parezca perfecto y es en esa ocasión cuando llego de mi trabajo y empiezo arreglar mi habitación (ya mi madre sabe que las cosas no andan bien).
La compulsión intenta hacer que todo sea, no tan solo positivo sino también perfecto. Se niega a darse por vencido. En cualquier comparación se esfuerza por ser lo mejor. Su queja y su crítica no van dirigidas hacia los demás, sino hacia uno mismo. Nada de lo que alguien haga es lo suficiente bueno a menos que sea perfecto.
Job tenía muy claro que aun con todas las cosas que tenía el único perfecto era Dios. El lo declara cuando dice:
Si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo (Job 4:20).
Las metas de la conducta compulsiva son simples. ¡Simples e Imposibles!
– Calificaciones Perfectas
– Compostura Perfecta
– Empleo Perfecto
– Actitud Perfecto
– Desempeño Perfecto
– Esposo o Novio Perfecto
– Familia Perfecta
– Casa Perfecta
– Cuerpo Perfecto
Si somos compulsivas creeremos que las cosas han fracasado si todo no está ¨BIEN¨ y nos desilusionamos con facilidad porque las cosas rara vez suceden como nos gustaría. Y esta era una de las mentiras que me creía, sentía que había fracasado porque no tenía el cuerpo que deseaba en esos momentos, sentía que había fracasado porque intentaba muchas cosas y nada era productivo. Pero lo que no era productivo era la intención con que deseaba una mejor figura, la intención con la que hacia ejercicios y dieta. Y en mis intenciones nunca estuvo agradar a Dios, sino tener el cuerpo perfecto. Y justo ahí Su palabra me confronto:
Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. (Colosenses 3:17)
Lo que estaba haciendo para bajar de peso, lo que deseaba mi corazón no era para agradar a Dios, lo hacía para agradar mi propia carne.
Lo cierto es que las compulsiones y el perfeccionismo se basan en el temor.
– Temor al Rechazo
– Temor al Fracaso
– Temor a ser Descubiertas
– Temor a Desilusionar a otros
Estos temores nos mantienen enfocados en lo inalcanzable y nos disponen al fracaso.
Pablo era bueno con los consejos, yo pienso que era muy bueno. Y este es un hermoso y preciado consejo que nos da a nosotras que tendemos a ser compulsivas y perfeccionistas:
Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de[a] vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio[b], según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno. (Romanos 12:3)
No debemos tener más alto concepto de nosotras del que debemos tener, no podemos creernos la mentira de pensar que somos perfectas.
Tomemos un momento y pensemos en cuales áreas de nuestras vidas estamos siendo compulsivas e intentamos que todo lo que está a nuestro alrededor sea perfecto y que ese perfeccionismo es raíz de algún temor, pidamos a Dios que Quite de nuestras vidas todo temor, y que nos ayude a entender que perfecto solo es Él.