Es cierto que la persona que critica exagera una pequeña sombra hasta convencer a otros de que esa pequeña sombra es tan grande que ya no le permite ver el sol. Tener una actitud crítica endurece el corazón, profundiza las heridas y alejas a las personas que están alrededor.
La crítica tiende en muchas ocasiones a ser como el bumerán: cualquier cosa que arrojemos, terminara por volver a nosotras. Quien sabe la cantidad de veces que veía a alguien aumentar de peso y en vez de ayudarla y serle de edificación, me convertía en piedra de tropiezo haciendo críticas que aludiera a su aumento de peso. O quizás ustedes en momentos han recurrido a la crítica porque alguien hace mejor el trabajo, pero nos molesta que lo hagan mejor que nosotras y dejamos que eso nos lleve a la crítica. Otra manera de expresarlo sería: Los que critican, serán criticados. Aunque la crítica en algunas ocasiones sea adecuada, es raro que se consiga algo bueno con ella.
Casi siempre criticamos por una de las siguientes razones:
– Para mostrar desaprobación. A nosotras no nos gustan algunas cosas y queremos que todo el mundo conozca nuestra opinión.
– Para culpar. No deseamos que nadie se enoje con nosotras, nos pierda el respeto y mucho menos que vaya a pensar mal de nuestra persona, por eso tendemos a culpar a otros.
– Para sentirnos mejor. Nosotras nos sentimos inferiores o inseguras, así que buscamos errores en otros para que nos veamos mejor.
– Para obtener poder. Cuando sentimos que no tenemos el poder en alguna área o que perdimos el control de algo, entonces tratamos de aparentar que sabemos más o que somos superiores.
Una actitud crítica arruinará y atrofiará nuestro crecimiento espiritual. Lo opuesto a la crítica es la alabanza o el aliento. Si hemos sido generosas para criticar y mezquinas para elogiar a otras, nuestra felicidad y nuestra salud exigirán que cambiemos esa situación.
Seguimos con los consejos fieles de Pablo: Por eso, anímense y edifíquense unos a otros (1Tesalonisences 5:11b). A esto es que Dios nos ha llamado, a animarnos, edificarnos, elogiarnos unas a otras, no a criticarnos. Si seguimos este gran consejo del apóstol y sobre todo de Dios, nos volveremos más fuertes y saludables.
H. Jackson Brown, nos brinda un consejo sabio cuando dice: ¨Haz que la refinación y el mejoramiento de tu vida te mantenga tan ocupada que no tengas tiempo para criticar a los demás¨.
Saquemos un momento del día para pedir perdón a Dios por las veces que hemos criticado. Una vez hecho esto entonces pidámosle que nos ayude a evitar la crítica y que nos permita animar y edificar a otras con nuestras palabras.
Recuerden, para la próxima publicación seguiremos con esta serie y hablaremos de la mina #4: El Cinismo.